Page 466 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Un hombre —bajo, compacto, vestido con un
uniforme— surgió del bosque. Levantó una
vez más el rifle, apuntó al cocodrilo y man‐
tuvo el tipo ante la aproximación de la bestia.
Llegué hasta Nebogipfel y lo ayudé a
levantarse; temblaba. Nos quedamos de pie
sobre la arena, juntos, y esperamos a que
terminara el drama.
El cocodrilo no estaba ni a diez yardas del
hombre cuando el rifle sonó de nuevo. El
cocodrilo tropezó —vi que le salía sangre de
la boca— pero se levantó sin apenas perder
impulso. El rifle gritó, y una bala tras otra se
hundieron en el inmenso cuerpo.
Al fin, a menos de diez pies del hombre, la
bestia cayó con la mandíbula abierta; y el
hombre —¡tan duro como puedan imaginar‐
lo!— se hizo a un lado para dejarlo caer.
Encontré la máscara de Nebogipfel, y el
Morlock y yo seguimos el camino del
cocodrilo por la playa. Sus garras habían
marcado la arena, y los últimos pasos
estaban señalados por sangre, saliva y mu‐
cosidad. De cerca, el cocodrilo era aún más
aterrador que de lejos; los ojos y la
mandíbula estaban abiertos, los últimos ecos
de vida hacían que se moviesen los músculos
de las patas, y los pies removían la arena.
El Morlock estudió el cuerpo aún caliente.
—Pristichampus —dijo en voz baja.
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