Page 126 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Narada y sus componentes cargados en los caballos de
aquellos que habían caído en la batalla. El joven príncipe
montó en su yegua blanca y observó las mandíbulas de lla‐
mas cerrarse sobre los cuerpos. Ocho piras llamearon con‐
tra el cielo del preamanecer. El que había sido fabricante de
velas volvió su mirada a la pira más cercana a la puerta...,
la última en ser prendida, cuyas llamas aún no habían al‐
canzado toda su altura, donde yacía la gorda masa de uno
que llevaba ropas negras con un círculo amarillo en el pe‐
cho. Cuando las llamas lo alcanzaron y la tela empezó a
fundirse, el perro que permanecía agazapado en el arrui‐
nado jardín alzó la cabeza y dejó escapar un aullido que era
lo más parecido a un sollozo que hubiera oído nunca.
–Hoy tu lista de pecados se ha llenado a rebosar –dijo el
fabricante de velas.
–¡Pero, ah, mi cuenta de plegarias! –respondió el prín‐
cipe–. Me ocuparé de ello a partir de ahora. De todos mo‐
dos, los teólogos del futuro deberán ser quienes tomen la
decisión final respecto a la aceptabilidad de todas esas fi‐
chas en las máquinas de oraciones. Dejemos que el Cielo se
pregunte qué ha ocurrido aquí hoy... dónde estoy, si estoy,
quién soy. Ha llegado el momento de cabalgar, mi capitán.
A las montañas por un tiempo, y luego por caminos distin‐
tos, por razones de seguridad. No estoy seguro de qué
senda voy a seguir, excepto que si conduce a la puerta del
Cielo voy a tener que ir armado.
–Atador de Demonios –dijo el otro, y sonrió.
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