Page 130 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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sus cuatro lados. Esas puertas, y las paredes que las rodea‐
ban, estaban llenas con hilera tras hilera de tallas decorati‐
vas, mostrando músicos y danzarines, guerreros y demo‐
nios, dioses y diosas, animales y artistas, amantes y semi‐
gente, guardianes y devas. Esas puertas conducían al pri‐
mer patio, que contenía más paredes y más puertas, que
conducían a su vez al segundo patio. El primer patio con‐
tenía un pequeño bazar, donde se vendían ofrendas para
los dioses. También albergaba numerosas capillas peque‐
ñas dedicadas a las divinidades menores. Había mendigos,
meditabundos hombres santos, rientes niños, mujeres
charlatanas, quemadores de incienso, pájaros cantores,
gorgoteantes tanques de purificación y zumbantes máqui‐
nas de oraciones, todo ello a cualquier hora del día.
El patio interior, en cambio, con sus enormes capillas de‐
dicadas a las deidades superiores, era un punto focal de in‐
tensidad religiosa. La gente cantaba o gritaba plegarias,
murmuraba versos de los Vedas, o permanecía de pie, o
arrodillada, o postrada ante enormes imágenes de piedra,
que a menudo estaban tan cubiertas con guirnaldas de flo‐
res, untadas con la roja pasta del kumkum, rodeadas por
montones de ofrendas, que era imposible decir qué deidad
se hallaba sumergida bajo tan tangible adoración. Periódi‐
camente se hacían sonar los cuernos del Templo, y se pro‐
ducía un momento de murmurante silencio ante su eco an‐
tes de que el clamor se iniciara de nuevo.
Y nadie disputaba el hecho de que Kali era la reina de
aquel Templo. Su alta estatua de piedra blanca, dentro de
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