Page 133 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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campo, caballos y sirvientes, para que fuera a predicar a
sus muelles. Pero el Iluminado no fue al río.
El Buda permanecía en su bosquecillo, y todas las cosas
acudían a él. Con el paso de los años el festival se hizo más
grande y más largo y más elaborado, como un dragón bien
alimentado, con todas sus escamas resplandeciendo. Los
brahmanes locales no aprobaban las enseñanzas antirritua‐
les del Buda, pero su presencia llenaba sus arcas a rebosar;
de modo que aprendieron a vivir a su sentada sombra, sin
pronunciar jamás la palabra tirthika, hereje.
Así el Buda siguió en su bosquecillo, y todas las cosas
acudían a él. incluso Rild.
Época del festival.
Los tambores empezaron al atardecer del tercer día.
Al tercer día, los enormes tambores de los kathakali inicia‐
ron su rápido resonar. El staccato cubrió kilómetros y kiló‐
metros, cruzando los campos que rodeaban la ciudad, cru‐
zando la ciudad, cruzando el bosquecillo púrpura y cru‐
zando las extensiones de marismas que se extendían tras
él. Los que los hacían sonar, llevando mundus blancos, des‐
nudos hasta la cintura, con su oscura piel brillando por la
transpiración, trabajaban por turnos, tan extenuante era el
poderoso batir, y nunca se interrumpía el ritmo del sonido,
ni siquiera mientras el relevo se situaba en posición ante
los tensos parches de los instrumentos.
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