Page 143 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Puesto que éste es el caso, quédate aquí. Al menos ten‐


        drás compañía en la condenación.

           –Muy bien –admitió Rild–. No me queda nada más.

           Durmió de nuevo, y el Buda sonrió.







           En los días que siguieron mientras el festival iba desarro‐

        llándose, el Iluminado predicó a las multitudes que pasa‐

        ban por el bosquecillo púrpura. Habló de la unidad de to‐


        das las cosas, grandes y pequeñas, de la ley de la causa, del

        crecimiento y de la muerte, de la ilusión del mundo, del

        destello del atman, del camino de la salvación a través de la


        renunciación del yo y la unión con el todo, habló de reali‐

        zación e iluminación, de la falta de sentido de los rituales


        brahmánicos, comparando sus formas a cuencos vacíos de

        contenido. Muchos escucharon, unos pocos oyeron y algu‐

        nos se quedaron en el bosquecillo púrpura para vestir la


        túnica azafrán del buscador.

           Y cada vez que enseñaba, el hombre Rild estaba sentado

        cerca, llevando sus ropajes negros y su arnés de cuero, con


        sus extraños ojos oscuros siempre fijos en el Iluminado.

           Dos semanas después de su recuperación, Rild acudió a

        su maestro mientras éste caminaba por el bosque, medi‐


        tando. Acomodó su paso al del otro, situándose a su lado,

        y al cabo de un tiempo dijo:


           –Iluminado he escuchado tus enseñanzas, y he escuchado

        bien. Y he pensado mucho en tus palabras.

           El otro asintió.




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