Page 140 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Al segundo día, el hombre abrió repentinamente los ojos
y miró hacia arriba. Luego frunció el ceño y volvió la ca‐
beza.
–Buenos días, Rild –dijo Tathagatha.
–¿Tú eres...? –preguntó el otro, con una inesperada voz
de barítono.
–Alguien que enseña el camino de la liberación –replicó.
–¿El Buda?
–He sido llamado así.
–¿Tathagatha?
–También he llevado este nombre.
El otro intentó levantarse, fracasó, se reclinó. Sus ojos
nunca se apartaron de la expresión plácida que tenía ante
sí.
–¿Cómo sabes mi nombre? –dijo finalmente.
–En tu fiebre hablaste mucho.
–Sí, estuve muy enfermo, e indudablemente balbuceé
muchas cosas. Fue en ese maldito pantano que cogí el en‐
friamiento.
Tathagatha sonrió.
–Una de las desventajas de viajar solo es que cuando caes
no hay nadie para ayudarte.
–Cierto –admitió el otro, y sus ojos se cerraron de nuevo,
y su respiración se hizo más profunda.
Tathagatha siguió en la postura del loto, aguardando.
Cuando Rild despertó de nuevo, anochecía.
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