Page 168 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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muy bien situadas. Forman una terrible pareja, ¿no crees?


          La muerte, y la señora de la destrucción.

             –Un poderoso equipo –admitió el otro–. ¿Pero quieres de‐

          cir que nadie sacrifica nada a Yama? ¿Nadie en absoluto?


             –Excepto nosotros los sacerdotes, cuando el calendario de

          devociones  lo  requiere,  y  algún  ciudadano  ocasional,


          cuando alguien amado se halla en el hecho de muerte y le

          ha sido negada la reencarnación directa, excepto esos ca‐

          sos, no, nunca he visto dedicarle un sacrificio a Yama, sim‐


          plemente, sinceramente, con buena voluntad o afecto.

             –Debe sentirse ofendido.

             –No es así, guerrero ¿Acaso no son todas las cosas vivien‐


          tes, en sí mismas, sacrificios a la Muerte?

             –Realmente, tienes razón ¿Qué necesidad tiene él de su


          buena  voluntad  o  afecto?  Los  dones  son  innecesarios,

          puesto que toma lo que quiere.

             –Como Kali –admitió el sacerdote–. Y en la existencia de


          ambas deidades he buscado a menudo justificación para el

          ateísmo. Desgraciadamente, las dos se manifiestan de una

          forma demasiado intensa en el mundo como para que su


          existencia pueda ser negada. Lastima.

             El guerrero se echó a reír.

             –¡Un sacerdote que es un creyente a la fuerza! Me gusta


          eso. Hace repicar mi sentido del humor. Toma, cómprate

          un barril de soma... para finalidades sacrificiales.


             –Gracias, guerrero. Lo haré. ¿Quieres unirte a mí en una

          pequeña libación en el Templo?







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