Page 190 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Por eso es mejor cultivar un Atributo, y quizá emplear ayu‐
das mecánicas también.
–Bien. Eso es algo sobre lo que a menudo me he pregun‐
tado. Gracias. Incidentalmente, sigue intentándolo con tu
mirada de muerte..., es dolorosa, ya sabes. Así que es algo,
al menos. Ahora. en cuanto al sermón..., un hombre orgu‐
lloso y arrogante como tú, con una cualidad admitida‐
mente admirable de didactismo, se dedico a investigar en
el área de una cierta enfermedad desfiguradora y degene‐
rativa. Un día él mismo la contrajo. Puesto que aún no ha‐
bía desarrollado una cura para la afección, se tomó su
tiempo en mirarse al espejo y dijo: «Pero en mí queda bien.»
Tú eres ese hombre, Yama. No intentaste luchar contra tu
afección. Antes bien, te sientes orgulloso de ella. Te traicio‐
naste a ti mismo en tu furia, de modo que sé que digo la
verdad cuando afirmo que el nombre de tu enfermedad es
Kali. No entregarías el poder en manos de los indignos si
esa mujer no te hubiera pedido que lo hicieras. La conozco
de antiguo, y estoy seguro de que no ha cambiado. No
puede amar a un hombre. Solamente se preocupa de aque‐
llos que le traen la ofrenda del caos. Si alguna vez dejas de
serle útil para sus propósitos, te echará a un lado, dios de
la muerte. No te digo esto porque seamos enemigos, sino
como un hombre a otro. Lo sé. Créeme. Quizá sea una des‐
gracia que tú no seas nunca realmente joven, Yama, y así
no conozcas tu primer amor en los días de primavera... En
consecuencia, la moraleja de mi sermón en esta pequeña
montaña es: ni siquiera un espejo te mostrará a ti mismo, si
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