Page 200 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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lleno de formas, rostros, medio recordadas imágenes. De


          cada una de ellas brotaba un grito cuando pasaba por su

          lado:

             –¡Libérame! ¡Libérame!


             Pero no se detuvo.

             Llegó al fondo del pozo y lo cruzó, pasando entre rotos


          peñascos y saltando fisuras en el suelo rocoso. Finalmente

          alcanzó la pared opuesta, donde danzaba un gran fuego

          naranja.


             Se volvió rojo cereza a medida que se acercaba, y cuando

          estuvo ante él tenía el azul del corazón del zafiro.

             Se alzaba hasta dos veces su altura, pulsando y retorcién‐


          dose.  De  él  brotaban  pequeñas  llamitas  en  su  dirección,

          pero retrocedían como si chocaran contra una invisible ba‐


          rrera.

             Durante su descenso había pasado junto a tantas llamas

          que había perdido la cuenta de su número. Sabía también


          que había más ocultas dentro de las cavernas que se abrían

          en el fondo del pozo.

             Cada llama junto a la que había pasado en su descenso se


          había dirigido a él, utilizando su propio tipo de comunica‐

          ción, de modo que las palabras habían sonado como el batir

          de un tambor en su cabeza: palabras amenazadoras y su‐


          plicantes, palabras llenas de promesas. Pero ningún men‐

          saje  brotó  para  él  de  aquel  gran  resplandor  azul,  más


          grande que ninguno de los otros. Ninguna forma giraba o

          se  retorcía,  hipnóticamente,  en  su  brillante  corazón.  Era

          una llama, y seguía siendo una llama.




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