Page 28 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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ligeramente en su dirección. Se oía el resonar distante de


          los truenos, y al cabo de un tiempo empezó a soplar una

          nueva brisa fría. Siguió avanzando, atravesando húmedas

          telarañas, asustando a los pájaros que alzaban el vuelo con


          estallidos de brillantes plumajes. Las huellas seguían avan‐

          zando en dirección a la montaña, doblándose ligeramente


          sobre  sí  mismas.  A  veces  se  cruzaban  con  otras  huellas

          amarillas, compactadas, que se mezclaban, se unían y se

          separaban. En esas ocasiones bajaba al suelo y estudiaba las


          marcas. Sí, Sam había girado aquí, Sam se había detenido al

          lado de este estanque a beber, aquí, donde los hongos na‐

          ranja crecían más altos que un hombre alto, y lo suficiente‐


          mente anchos para resguardar a varios de la lluvia, ahora,

          Sam había tomado este ramal del sendero, aquí se había de‐


          tenido para atarse el cordón de una sandalia, en este punto

          se había inclinado hacia un árbol que mostraba indicacio‐

          nes de albergar a una dríada.


             Tak siguió adelante, aproximadamente a media hora de

          distancia de su presa, calculaba, lo cual le daba a ésta todo

          el tiempo necesario para llegar allá donde estaba yendo e


          iniciar cualquiera que fuese la actividad que atraía su entu‐

          siasmo. El halo del potente resplandor de un relámpago

          iluminó las cimas de las montañas a las que ahora daba


          frente. Hubo otro retumbar de truenos. El rastro se encami‐

          naba hacia las primeras estribaciones, allá donde el bosque


          se hacía menos denso, y Tak empezó a avanzar a cuatro

          patas entre las altas hierbas. La ladera ascendía empinada,







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