Page 38 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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tensa y curtida por la intemperie. Su único ojo, verde, pa‐
recía no parpadear nunca.
Permaneció sentado allí durante cerca de veinte minutos
antes de que uno de los monjes de Sam se diera cuenta de
su presencia y mencionara el hecho a uno de la orden de
Ratri. Este monje localizó a un sacerdote y le transmitió la
información. El sacerdote, ansioso de impresionar a la
diosa con las virtudes de sus seguidores, ordenó que el
mendigo fuera admitido en el monasterio y se le diera de
comer, se le ofrecieran ropas nuevas y se le asignara una
celda donde pudiera dormir durante todo el tiempo que
quisiera quedarse.
El mendigo aceptó la comida con las cortesías de un brah‐
mán, pero declinó comer otra cosa que no fuera pan y fruta.
Aceptó, también, el oscuro hábito de la orden de Ratri,
echando a un lado sus ajadas ropas. Luego estudió la celda
y el limpio colchón que había sido tendido en el suelo para
él.
–Te doy las gracias, digno sacerdote –dijo con voz intensa
y resonante, mucho más imponente que su persona–. Te
doy las gracias y deseo que tu diosa te sonría por tu ama‐
bilidad y generosidad en su nombre.
El sacerdote fue quien sonrió ante aquello, pues aún tenía
esperanzas de que Ratri pasara por allí en aquel momento
y viera su amabilidad y generosidad en su nombre. No lo
hizo. De hecho, pocos miembros de la orden la habían
visto, ni siquiera aquella noche que se enfundó en su poder
y caminó entre ellos porque solamente los que llevaban la
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