Page 538 - Hijos del dios binario - David B Gil
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lo que no solo era útil para abrigarla en aquella fría
tarde de otoño, sino que le permitía cambiar de
aspecto rápidamente.
Antes de dirigirse a la salida, extrajo un último
objeto de la bolsa: un pequeño estuche
autorrefrigerado. Abrió el cierre con su huella
dactilar y contó las cápsulas restantes. Utilizar dos
en una misma semana era poco recomendable, pero
sabía que lo necesitaría, así que tomó la muestra
con el número tres e insertó la cánula en la
hendidura metálica de su nuca, disimulada bajo la
corta melena rubia. La dosis la hizo sudar al
instante y sus músculos se estremecieron. Se colocó
las gafas de sol para proteger las pupilas
súbitamente dilatadas y salió del apartamento sin
pensar dos veces en lo que debía hacer.
Bastian Knocht se inclinó sobre la mirilla y, con
cuidado de no delatar su presencia, apoyó la frente
sobre la madera intentando vislumbrar quién había
al otro lado. Se topó con la más impenetrable
negrura. No podía saber si el descansillo
permanecía a oscuras o si alguien había tapado el
orificio, lo que demostraría que quien se
encontraba tras la puerta no era un simple visitante
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