Page 640 - Hijos del dios binario - David B Gil
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que  se  iban  a  subastar  de  un  bodeguero


           californiano,  podía  haber  unas  Muramasa  sin


           catalogar.  Quería  que  me  hiciera  con  ellas  y


           corroborara  su  autenticidad,  debían  ser  «el  toque



           exótico» de la armería que poseía en su castillo de


           Veytaux.  —Torció  el  gesto—.  Le  dije  que  eran


           falsas.


                  —Es una buena historia, aunque más te vale no


           ir contándola por ahí.


                  Él sonrió como un niño travieso.


                  —Tienes  treinta  minutos  para  prepararte.  Te



           enseñaré la Singapur que no ven los turistas.


                  —Preferiría  que  me  ahorraras  tu  dosis  de


           realidad  —dijo  Alicia,  mientras  se  encaminaba


           hacia  la  planta  de  arriba—.  Hace  tiempo  que  no


           disfruto de una buena cena romántica.


                  Y  aunque  sus  propias  palabras  la  cogieron


           desprevenida,  logró  mantener  la  compostura  y


           subir  las  escaleras  con  andar  interesante,  muy


           consciente de que estaba siendo observada.



                  Se duchó y, por primera vez en días, se arregló


           el pelo con calma. Después, envuelta en una toalla,


           se  dirigió  al  armario  donde  había  guardado  las


           compras  de  esa  mañana  y  eligió  aquel  vestido


           veraniego  tan  corto  en  el  que  Lulú  le  había


           insistido. Por último, dudó un instante frente a la




                                                                                                            640
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