Page 124 - LIBRO DE ACTAS-II-JORINVEDUC-2016
P. 124

poner en juego un saber para el que no estuvieron preparados en un ambiente escolar que no
                 dispone de recursos didácticos ni de propuestas curriculares que lo consideren (Terigi, 2008).
                        Por nuestra parte, según pudimos relevar en una investigación sobre escuelas secundarias
                 rurales  (Olmos  y  otros,  2010)  en  las  que  los  procesos  de  enseñanza  son  guiados  por  parejas
                 pedagógicas integradas por un Profesor Especialista (docente de un campo curricular específico en
                 las  áreas  de  conocimientos  de  Ciencias  Sociales,  Ciencias  Naturales,  Matemática  y  Lengua  y
                 Literatura)  y  por  un  Profesor  Tutor  (maestro  de  grado  o  profesor  del  nivel  primario),  que  la
                 constitución de esa pareja suele realizarse en un proceso conflictivo. A partir del desconocimiento
                 de la capacidad o de la preparación que se adjudican ambos profesores, los procesos de enseñanza
                 transcurren,  también,  en  un  clima  escolar  enrarecido  por  las  disputas  entre  los  docentes  que,
                 aparentemente, no favorecen procesos de aprendizaje esperados o planificados. Éste conflicto de
                 poder  áulico  se  explicitaba  en  la  demanda  de  los  docentes  en  los  últimos  dispositivos  de
                 capacitación  (Barrera  y  Mazzeo,  2014):  la  principal  preocupación  estaba  depositada  en  cómo
                 enseñara un grupo de estudiantes cuya caracterización se construía a partir de “modos de ser o
                 estar” dentro del aula, con un enorme peso en la conducta visible, pero en contadas oportunidades
                 volvían sobre las características de los aprendizajes de los estudiantes, en cómo se generan los
                 aprendizajes que logran y qué características tienen.
                        En ese escenario, los estudiantes aparecen como otros sujetos que contribuyen de alguna
                 manera a que los procesos de enseñanza se generen, reediten, interrumpan, no sucedan o formen
                 parte  del  “como  si”  sucediera  el  proceso  de  aprendizaje  esperado,  planificado.  Pero  sus
                 apreciaciones  y  prácticas,  si  bien  se  perfilan  como  parte de  la  cuestión  a  indagar,  pocas  veces
                 aparecen como epicentro del análisis. De esta manera, los estudiantes de las escuelas primarias o
                 anexos secundarios rurales suelen constituir parte del contexto o del resultado de la acción docente
                 y de manera tangencial se abordan sus procesos de aprendizaje.
                        Sin embargo, los niños y los adolescentes aprenden, a cargo de un/a docente que puede
                tener como primera experiencia profesional la responsabilidad de un aula multigraduada o de un
                profesional no docente que asume horas cátedras junto a un maestro (que cumple la función de
                tutor).  Mientras  estos  aprenden  la  tarea de  trabajar  juntos  como  equipo  docente  y  la  tarea de
                trabajar en un pluricurso, los estudiantes asisten a clases de distintos espacios curriculares, con sus
                lógicas propias y allí, se espera que aprendan.
                        Así, entendemos el aula como “un lugar”  (Nicastro, 2011; p.144), un espacio cargado de
                                                              33
                 sentido en el cual se juegan relaciones de poder, de valores, de significados: de poder, porque se
                 configuran,  por  lo  menos,  dos  roles  administrativamente  definidos  asimétricamente,  docente y
                 estudiante; de valores y emociones que pueden incidir en mayor o menor medida en la construcción
                 del vínculo pedagógico; finalmente de significados,  porque se pone en juego por medio del lenguaje
                 como herramienta un doble proceso de construcción de aprendizaje: uno social, colectivo y otro
                 interno, de apropiación .
                                       34
                        En ese proceso de apropiación, las observaciones nos permitieron indagar en el lenguaje
                 oral, la utilización de vocabulario y también en las formas que adquiere el proceso de lengua escrita.
                 Vigotsky  (s.f.)  plantea  que  el  lenguaje  escrito  es  “un  sistema  especial  de  símbolos  y  signos  cuyo
                 dominio  significa  un  viraje  crítico  en  todo  el  desarrollo  cultural  del  niño”.  La  pregunta  que  fue
                 generando un debate en el grupo es cómo los estudiantes se apropian de un conocimiento cuando
                 presentan dificultades en la escritura, cuando las carpetas no reflejan fielmente lo que el docente


                 33  Sandra Nicastro sostiene que “(...)un espacio ocupado, vivido, se convierte en lugar en tanto posibilita   124
                 puntos de identificación, relaciones con la historia, posibilidad de historizar y hacer memoria  con otros,
                 entramarse en significaciones singulares y situacionales, etc.”.
                 34 Vigotsky (s.f.) sostiene que “el lenguaje se origina primero como medio de comunicación entre el niño y las
                 personas  que  le  rodean.  Sólo  después,  convertido  en  lenguaje  interno,  se  transforma  en  función  mental
                 interna que proporciona los medios fundamentales al pensamiento del niño”.
   119   120   121   122   123   124   125   126   127   128   129