Page 153 - LIBRO DE ACTAS-II-JORINVEDUC-2016
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vínculos que construyen con los adultos de la escuela, que van desde el control, el desinterés por
escucharlos, hasta el acompañamiento que ejercen los adultos:
En ese sentido durante un taller, un grupo de adolescentes refiere:
Estudiante 1: “Las porteras son re chismosas también controlan.”
Entrevistadora: “¿Y qué es lo que controlan las porteras?”
Estudiante 1: “Que entremos al colegio.”
Entrevistadora: “¿Y cómo saben las porteras que ustedes se escaparon…?”
Estudiante 1: “Si estamos afuera y nos ve que nos vamos nos dice si ustedes estaban y no
entraron.”
Estudiante 2: “No te dejan estar en la vereda. El otro día nos escapamos, es re divertido
escaparse, nos fuimos y como, hacía calor pusimos los pies con zapato y todo en el agua…”
Aquí notamos como estas adolescentes se manifiestan disgustadas por la vigilancia y
señalamiento que realizan los adultos de la escuela, respecto a su comportamiento, que no se
encontraría dentro de la normativa escolar. Pareciera ser que esos adultos fueron asignados a
cumplir esa tarea.
Estas expresiones de las adolescentes, nos permiten remitirnos a un ya clásico trabajo sobre el
sentido de las prácticas de control en la escuela, que estas estudiantes cuestionan, y es el que
desarrolla Foucault (1993) en Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. El autor explica que esas
prácticas de vigilancia y control, que se realizan en la escuela, mediante distintos dispositivos, que
van desde la puerta cerrada con llave, hasta la mirada atenta del personal, tienden a asegurar que
los escolares puedan convertirse en ciudadanos adaptados y manipulables.
Sin embargo, notamos que estas adolescentes no se encuentran tan proclives a aceptar estas
disposiciones, sin oponer resistencia a los mandatos de los adultos de los que, por otra parte, buscan
definitivamente diferenciarse.
Durante otro taller, con el mismo grupo de adolescentes, vuelve a surgir el tema del control y
una suerte de desilusión que les provoca la escuela, que no les permite deslindarse ni siquiera de la
autoridad de los padres y así lo expresan:
Estudiante 1: “Nos gustaba venir porque aquí nos podíamos hacer la yuta, pero después
llaman a los padres te re controlan.”
Estudiante 1: “¡No podemos hacernos la yuta!”
Entrevistadora: “Ah… no pueden hacerse la yuta…”
Estudiante 1: “¡Es verdad! Ellos llaman a los padres ¡Que exagerados que son!”
Entrevistadora: “Ah… ¡Llaman a los padres!”
Estudiante1: “¡No nos gusta tanto control”
Estudiante 2: “Ajajay ¡ya va a venir mi mamá también! (usa un tono de burla, dando a
entender que la madre no va a concurrir)
Aquí podemos notar que para estas adolescentes la posibilidad de “hacerse la yuta”, es decir
faltar a la escuela sin autorización de la familia, representa un aliciente para asistir al secundario.
Se trataría de una posibilidad de diferenciación, de asumir decisiones por cuenta propia,
deslindándose de la autoridad de los padres. A su vez también, alude a un comportamiento
identificado con adolescentes que concurren al nivel medio, que ellas recién están iniciando.
Bleger (1973) denomina a estos comportamientos como “anti adulto”, donde se pone en
evidencia que el adolescente rechaza al adulto, lo angustia ser como el adulto, porque le significa
perder su incipiente identidad.
En este caso, rechazan tanto la autoridad de los padres como la de los adultos de la escuela que
informan a los padres que ellas manifiestan un comportamiento que trasgrede la norma de la
institución.
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