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Antecedentes respecto de relación mencionada en el título del apartado han tenido lugar en
               Argentina y América Latina, como también así en Europa. Los sociólogos Stratta y Longa 209  (2009)
               recuperan  los  caminos  que,  a  sus  criterios,  recorrieron  los  debates  en  torno  al  compromiso
               intelectual y las prácticas de investigación. Desde la Escuela Europea con las experiencias de encuesta
               obrera  y  co  –  investigación  a  las  experiencias  Latinoamericanas  con  la  investigación  acción
               participantes  (IAP)  y  la  investigación  militante.  Orientación,  objetivos,  fortalezas  y  críticas  son
               puestas a consideración a lo largo de dicho ensayo. Esto nos permite reconocer que la inquietud
               acerca del sentido asignado a la ciencia y al conocimiento cuenta con numerosas propuestas, desde
               finales de 1800 a la actualidad.
                      A  continuación,  recuperaremos  dos  de  éstas  originadas  en  contextos  latinoamericanos  a
               partir de la década del ´60 del siglo pasado. La educación popular y la IAP: las mismas resultan
               constituirse raíces históricas y heurísticas de la propuesta de coproducción. Entendemos que esta
               propuesta que no habilita a esbozar respuestas en torno a para qué y para quiénes se produce ciencia.
                       El  pedagogo  y  educador  brasilero  Paulo  Freire  (1921  –  1997),  de  prolífica  producción
               bibliográfica  y  reconocidas  prácticas  educativas,  publica  en  1969  el  texto  ¿Extensión  o
               comunicación? 210   -a  través  del  Instituto  de  Capacitación  e  Investigación  en  Reforma  Agraria  de
               Santiago de Chile-. En el mismo, Freire, analiza el problema de la comunicación entre técnicos y
               campesinos en vistas al proceso de reforma agraria en el mencionado país. Si bien pareciera un
               análisis que compete a reflexiones propias del ámbito rural, lo que apunta y consigue el autor con
               este escrito, es resaltar el papel asignado a la educación, el conocimiento, la apropiación del mismo,
               el contenido, el sentido y las formas de hacer consciente el mundo social. Como señala quien prologa
               la obra, Freire profundiza el rol educativo “que no es otra sino la de humanizar al hombre en la acción
               consciente que éste debe hacer para transformar al mundo" (Chonchol, 1983: 7).
                      En palabras de Freire (1983: 16) “… se torna indispensable la superación de la comprensión
               ingenua del conocimiento humano, en la cual muchas veces nos quedamos. Ingenuidad que se refleja
               en  las  situaciones  educativas  en  que  el  conocimiento  del  mundo  es  tomado  como  algo  a  ser
               transferido y depositado en los educandos. Este es un modo estático, verbalizado, de entender el
               conocimiento,  que  desconoce  la  confrontación  con  el  mundo  como  la  fuente  verdadera  de
               conocimiento, en sus fases y en sus niveles diferentes, no sólo entre los hombres, sino también entre
               los seres vivos en general”. Para esto cualquiera que sea el contexto o situación educativa se torna
               indispensable que “educador y educando asuman el papel de sujetos cognoscentes, mediatizados por
               el objeto cognoscible que buscan conocer” (ídem: 17). De esta manera, la tarea del educador “no es
               la de quien se pone como sujeto cognoscente delante de un objeto cognoscible para, después de
               conocerlo, hablar de él discursivamente a sus educandos, cuyo papel sería el de archivadores de sus
               comunicados” (ídem: 46).
                      Respecto de la IAP, proceso investigativo sistematizado y socializado luego de décadas de
               trabajo comunitario urbano y rural en numerosos países de América Latina, Orlando Fals Borda
               (1925 – 2008) sostiene que “la vivencia comprometida aclara para quiénes son el conocimiento y la
               experiencia adquiridos: para las bases populares” (1985: 124). El autor reconoce y diferencia los dos
               tipos de actores que participan en el interjuego de relaciones: externos e internos. Si bien existe un
               aspecto de exterioridad que alejaría la posibilidad de dimensionar de forma acabada lo que acontece
               en tal o cual proceso, Fals Borda afirma que esto puede subvertirse en tanto los actores se reconocen
               a  partir  del  propósito  que  los  unifica,  de  cumplir  metas  compartidas  de  transformación  social.
               “Ambos, externos e internos, aportan al proceso de cambio su conocimiento, técnicas y experiencias.
               Como estos elementos del saber se basan en conformaciones diferentes de clase y racionalidad (la

               209  Disponible en: http://www.alas.fsoc.uba.ar/Congreso-2009/GT-16.html
               210  La traducción del portugués de los fragmentos aquí citados es propia. El texto se encuentra disponible en
               internet siendo parte de la biblioteca digitalizada de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), Brasil.

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