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actuales, por lo tanto, también en las aulas se expresa esta amenaza, sus protagonistas también están
cuestionados en sus roles, porque la institución está en crisis.
Y como producto de estas situaciones …el sufrimiento
Modelos como ser “modelo”, ser futbolista o especulador en alguna bolsa de valores o un
empresario joven cuyo origen nadie conoce demasiado bien, es una posibilidad de mejora económica.
En los barrios, muchos jóvenes tienen acceso desde muy pequeños a vender drogas para acceder al
consumo, o sea ser vendedor para ser consumidor. ¿Qué vende? Un acceso rápido al modo más pasivo
de la existencia: evitar el sufrimiento a través de un químico. Según Freud (Freud, 1930) la otra forma
de orientar el sufrimiento, la más proyectiva es a través de un mecanismo de defensa denominado
sublimación, concepto que proviene de “sublime” o grandioso desde las bellas artes, y pasaje de lo
sólido a lo gaseoso desde la química.
Esta posibilidad de evitar el sufrimiento a través de la sublimación implica para Freud la
postergación de la resolución de la pulsión, justamente la inmediatez de la satisfacción. Sin dejar de
visualizar las diferencias epistemológicas de esta perspectiva con la de la psicología social que se
fundamenta en la necesidad como motor del psiquismo, podemos llegar a una conclusión similar: si
el mundo invita a lo inmediato en las telecomunicaciones, la simultaneidad de estímulos a través de
imágenes compartidas, ¿cómo hacer para lograr este acceso y permanencia al ámbito educativo,
cómo lograr la valorización de la palabra (que implica una distancia entre la idea y la referencia
empírica), y fundamentalmente cómo lograr cierta “felicidad” en un ámbito que se encuentra a
contramano del flujo de pensamientos, acciones y modelos impuestos?
Que decir de los exámenes….
Por otro lado, hay que decir que, si de anacronismo se trata, el examen es la expresión más
demostrativa de una institución que lejos de encontrar modalidades que respondan a estas nuevas
subjetividades, las reproduce en forma estricta y las naturaliza a través de la violencia simbólica que
se ejerce desde los diferentes integrantes de la misma.
El sufrimiento es de diferentes especies, ya lo decía Freud en el Malestar en la cultura, las
fuentes son la caducidad de nuestro cuerpo, la imposibilidad de controlar la naturaleza y la dificultad
en encontrar armonía en las relaciones humanas, allí también refiere a la familia y el Estado.
René Kaës (Kaës, 1996) realiza un análisis de este sufrimiento en las instituciones y parte de
afirmar que el sufrimiento es constitucional a la falta, a la ausencia que remite a nuestro nacimiento,
a nuestra dependencia. “Displacer intenso”, resultado de la ausencia del objeto como de la hiper-
presencia. “Es un dato estructural de nuestra vida psíquica, dividida, conflictiva, primigeniamente
insatisfecha. El sufrimiento es su condición misma, en toda la medida en que constituye el aguijón
que nos obliga a encontrar vías sustitutas de satisfacción para el cumplimiento de nuestros deseos.
Es el efecto de nuestro deseo: podemos desear no desear más, como último recurso, en la esperanza
de dejar de sufrir. Es también apelación al otro, el sufrimiento sobreviene no bien comienzan a
fracasar nuestras aptitudes para mantener la continuidad e integridad de nuestro yo, en cuanto
volvemos a tomar contacto con el desvalimiento primitivo, apenas se ven amenazadas nuestras
identificaciones fundamentales, cuando desaparece la confianza”
En la larga definición de Kaës, luego distingue sufrimiento de sufrimiento patológico, sin
embargo, desde nuestra perspectiva, en este inicio de la vida está el germen de los dos aspectos de la
existencia humana: el sentimiento de plenitud y el sufrimiento. Compartimos así mismo, que la falta,
la dialéctica presencia-ausencia, es lo que permite encontrar resoluciones superadoras a dicha falta.
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