Page 104 - La muerte de Artemio Cruz
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—Y también a mí. Cómo voy a olvidarlo. Ni siquiera se presentó en la boda. En mi
boda, la boda de su hija...
Nunca comprendieron. No las necesité. Me hice solo. Soldado. Yaqui. Regina.
Gonzalo.
—Si hasta lo que quiso lo destruyó, mamá, tú lo sabes.
—No hables. Por Dios, ya no hables...
¿El testamento? No se preocupen: existe un papel escrito, timbrado, levantado ante
notario; no olvido a nadie: ¿para qué iba a olvidarlos, a odiarlos?; ¿no me lo habrían
agradecido, en secreto?, ¿no les habría dado placer pensar que hasta el último momento
pensé en ustedes para burlarme?: no, los recuerdo con la indiferencia de un trámite frío,
querida Catalina, hija amable, nieta, yerno: les parcelo una riqueza extraña, que ustedes
adjudicarán, en público, a mi esfuerzo, a mi tesón, a mi sentido de responsabilidad, a
mis cualidades personales. Háganlo. Siéntanse tranquilos. Olviden que esa riqueza la
gané exponiendo el pellejo, sin saberlo, en una lucha que no quise entender porque no
me convenía saberla, entenderla, porque sólo podían saberla, entenderla, quienes no
esperaban nada de su sacrificio. Eso es el sacrificio, ¿no es verdad?: darlo todo a cambio
de nada. ¿Cómo se llamará, entonces, darlo todo a cambio de todo? Pero aquéllos no me
lo ofrecieron todo a mí. Ella me lo ofreció todo. No lo tomé. No supe tomarlo. ¿Cómo
se llamará?
«—O.K. The picture's clear enough. Say, the old boy at the Embassy wants to make
a speech comparing this Cuban mess with the old-time Mexican revolution. Why don't
you prepare the climate with an editorial...?
«—Sí, sí. Lo haremos. ¿Unos veinte mil pesos?
«—Seems fair enough. Any ideas?
«—Sí. Dígale que establezca un claro contraste entre un movimiento anárquico,
sangriento, destructor de la propiedad privada y de los derechos humanos con una
revolución ordenada, pacífica y legal como la de México, que fue dirigida por una clase
media inspirada por Jefferson. Al fin la gente tiene mala memoria. Dígale que nos
halague.
«—Fine. So long, Mr. Cruz, it's always...
Oh, qué bombardeo de signos, de palabras, de estímulos para mi oído cansado; oh,
qué fatiga; no entenderán mi gesto porque apenas puedo mover los dedos: que lo corten
ya, ya me aburrió, qué tiene que ver, qué lata, qué lata...
—En el nombre del Padre, del Hijo...
—Esa mañana lo esperaba con alegría. Cruzamos el río a caballo.
—¿Por qué lo arrancaste de mi lado?
Les legaré las muertes inútiles, los nombres muertos de Regina, del yaqui... Tobías,
ahora recuerdo, le decían Tobías... de Gonzalo Bernal, de un soldado sin nombre. ¿Y
ella? Otra.
—Abran la ventana.
—No. Puedes resfriarte y complicarlo todo.
Laura. ¿Por qué? ¿Por qué sucedió así todo? ¿Por qué?
TÚ sobrevivirás: volverás a rozar las sábanas y sabrás que has sobrevivido, a pesar
del tiempo y el movimiento que a cada instante acortan tu fortuna: entre la parálisis y el
desenfreno está la línea de la vida: la aventura: imaginarás la seguridad mayor, jamás
moverte: te imaginarás inmóvil, al resguardo del peligro, del azar, de la incertidumbre:
tu quietud no detendrá al tiempo que corre sin ti, aunque tú lo inventes y midas, al
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