Page 125 - La muerte de Artemio Cruz
P. 125
Cállense... ¡Cállense!
—Abran las ventanas.
No puedo moverme; no sé hacia dónde mirar, hacia dónde dirigirme; no siento la
temperatura, sólo el frío que va y viene de las piernas, pero no el frío y el calor de todo
lo demás, de todo lo guardado, que nunca he visto...
—Pobrecita... se ha impresionado...
... cállense.... adivino mi semblante, no lo digan... sé que tengo las uñas negruzcas,
la piel azulada... cállense...
—¿Apendicitis?
—Debemos operar.
—Es un riesgo.
—Repito: cólico nefrítico. Dos centigramos de morfina y se calma.
—Es un riesgo.
—No hay hemorragia.
Gracias. Pude haber muerto en Perales. Pude haber muerto con ese soldado. Pude
haber muerto en aquel cuarto desnudo, frente a ese hombre gordo. Yo sobreviví. Tú
moriste. Gracias.
—Deténganlo. La porcelana.
—¿Ves en qué terminó? ¿Ves, ves? Igual que mi hermano. Así terminó.
—Deténganlo. La porcelana.
Deténganlo. Se va. Deténganlo. Vomita. Vomita ese sabor que antes había olido. Ya
no puede voltearse. Vomita boca arriba. Vomita su mierda. Le escurre por los labios,
por las mandíbulas. Sus excrementos. Ellas gritan. Ellas gritan. No las oigo, pero hay
que gritar. No pasa. Esto no sucede. Hay que gritar para que no suceda. Me detienen,
me apresan. Ya no. Se va. Se va sin nada, desnudo. Sin sus cosas. Deténganlo. Se va.
TÚ leerás esa carta, fechada en un campo de concentración, timbrada en el
extranjero, firmada Miguel, que envolverá la otra, escrita rápidamente, firmada
Lorenzo: recibirás esa carta, leerás —Yo no temo... Me acuerdo de ti... No sentirás
vergüenza... Nunca olvidaré esta vida, papá, porque en ella aprendí todo lo que sé... Te
lo contaré cuando regrese: tú leerás y escogerás otra vez: tú escogerás otra vida:
tú escogerás dejarlo en manos de Catalina, no lo llevarás a esa tierra, no lo pondrás
al borde de su propia elección: no lo empujarás a ese destino mortal, que pudo haber
sido el tuyo: no lo obligarás a hacer lo que tú no hiciste, a rescatar tu vida perdida: no
permitirás que en una senda rocosa, esta vez, mueras tú y se salve ella;
tú escogerás abrazar a ese soldado herido que entra al bosquecillo providencial,
recostarlo, limpiarle el brazo ametrallado con las aguas de ese manantial breve,
quemado por el desierto, vendarlo, permanecer con él, mantener su aliento con el tuyo,
esperar, esperar a que los descubran, los capturen, los fusilen en un pueblo de nombre
olvidado, como aquel polvoso, como aquel hecho todo de adobe y pencas: fusilen al
soldado y a ti, a dos hombres sin nombre, desnudos, enterrados en la fosa común de los
ajusticiados, sin lápida: muerto a los veinticuatro años, sin más avenidas, sin más
laberintos, sin más elecciones: muerto, tomado de la mano de un soldado sin nombre
salvado por ti: muerto:
tú le dirás a Laura: sí
tú le dirás a ese hombre gordo en ese cuarto desnudo, pintado de añil: no
E-book descargado desde http://mxgo.net Visitanos y baja miles de e-books Gratis /Página 125

