Page 127 - La muerte de Artemio Cruz
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coro, sepulcro; voces, pira; tú imaginarás, en la zona olvidada de tu conciencia, esos
ritos, esas ceremonias, esos ocasos: entierro, cremación, bálsamo: expuesto en lo alto de
una torre, para que no la tierra, sino el aire te descomponga; encerrado en la tumba con
tus esclavos muertos; llorado por plañideras contratadas; enterrado con tus objetos más
preciados, tu compañía, tus joyas negras: vela, vigilia,
requiem aeternam, dona eis Domine
de profundis clamavi, Domine
la voz de Laura, que hablaba de estas cosas, sentada en el suelo, con las rodillas
dobladas, con el pequeño libro encuadernado entre las manos... dice que todo puede
sernos mortal, aun lo que nos da vida... dice que no pudiendo curar la muerte, la
miseria, la ignorancia, haríamos bien, para ser felices, en no pensar en ellas... dice que
sólo la muerte súbita es de temerse; por eso los confesores viven en casa de los
poderosos... dice sé hombre; teme a la muerte fuera del peligro, no en el peligro... dice
que la premeditación de la muerte es premeditación de la libertad... dice qué mudos
pasos traes, oh muerte fría... dice mal te perdonarán a ti las horas; las horas que limando
están los días... dice mostrándome cortado el nudo estrecho... dice ¿que no es mi puerta
de doblados metales fabricada?... dice mil muertes se me hará, pues mi vida misma
espero... dice que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera... dice ¿a qué los
tesoros, vasallos, sirvientes ... ?
¿a qué? ¿a qué? que entonen, que canten, que plañan: no tocarán las tallas
suntuosas, las taraceas opulentas, las molduras de yeso y oro, las cajoneras de hueso y
carey, las chapas y aldabas, los cofres con cuarterones y bocallaves de hierro, los
olorosos escaños de ayacahuite, las sillerías de coro, los copetes y faldones barrocos, los
respaldos combados, los travesaños torneados, los mascarones policromos, los tachones
de bronce, los cueros labrados, las patas cabriolas de garra y bola, las casullas de hilo de
plata, los sillones de damasco, los sofás de terciopelo, las mesas de refectorio, los
cilindros y las ánforas, los tableros biselados, las camas de baldaquín y lienzo, los
postes estriados, los escudos y las orlas, los tapetes de merino, las llaves de fierro, los
óleos cuarteados, las sedas y las cachemiras, las lanas y las tafetas, los cristales y los
candiles, las vajillas pintadas a mano, las vigas calurosas, eso no lo tocarán: eso será
suyo:
alargarás la mano:
un día cualquiera, que sin embargo será un día excepcional; hace tres, cuatro años;
no recordarás; recordarás por recordar; no, recordarás porque lo primero que recuerdas,
cuando tratas de recordar, es un día separado, un día de ceremonia, un día separado de
los demás por los números rojos; y éste será el día —tú mismo lo pensarás entonces—
en que todos los nombres, personas, palabras, hechos de un ciclo fermentan y hacen
crujir la costra de la tierra; será una noche en la que tú celebrarás el nuevo año; tus
dedos artríticos tomarán el pasamanos de fierro con dificultad; clavarás la otra mano en
el fondo de la bolsa del saco y descenderás pesadamente:
alargarás la mano:
(1955 — Diciembre 31)
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