Page 135 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
P. 135
oro -insistió.
-Claro. Acaba de salir con la mochila vacía.
La chica decidió no salir a pasear por el
bosque, porque tendría que pasar por delante de la
casa de Berta y se sentiría muy avergonzada si la
veía. Volvió a su cuarto en donde, de repente,
recordó su sueño.
La tarde anterior había tenido un sueño muy
raro; un ángel le entregaba los once lingotes de
oro y le pedía que los guardase ella.
Chantal le respondía que, para ello, era
necesario matar a alguien. Pero el ángel le
aseguraba que no: todo lo contrario, los lingotes
demostraban que el oro no existía.
Por eso le había pedido a la dueña del hotel
que hablara con el extranjero; tenía un plan.
Pero, como había perdido todas la batallas de su
vida, desconfiaba de poder llevarlo a cabo.
Berta contemplaba la puesta del sol detrás de
las montañas, cuando vio que se acercaban el cura
y otros tres hombres. Se puso triste por tres
cosas: por saber que había llegado su hora, por
ver que su marido no había aparecido para
consolarla -tal vez sentía miedo por lo que
tendría que escuchar, tal vez estaba avergonzado
por no haber podido salvarla- y porque se dio
cuenta de que el dinero que había ahorrado
quedaría en manos de los accionistas del banco
donde estaba depositado, ya que no había tenido
tiempo de retirarlo y encender una hoguera con él.
Pero se alegró por dos cosas: porque finalmente
se reuniría con su marido, que en ese momento
debía de estar paseando con la abuela de la
señorita Prym; y porque el último día de su vida
había sido frío pero soleado y claro; no todo el
mundo tiene el privilegio de partir con un
recuerdo tan bello.
El cura hizo un gesto para indicar a los tres

