Page 138 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
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-Siempre he estado junto a mi marido y nunca he
                   tomado pastillas para dormir, a pesar de que tengo
                   insomnio.
                   -Mejor así: el efecto será inmediato.
                            El sol ya se había puesto, las sombras caían
                   rápidamente por encima del valle, la iglesia, el
                   pueblo.
                   -¿Y si me niego a tomarlas?
                   -Las tomarás de cualquier manera.
                            La anciana miró a los hombres que acompañaban
                   al sacerdote, y comprendió que le había dicho la
                   verdad. Cogió las pastillas, se las puso en la
                   boca, y bebió toda el agua de la botella. Agua:
                   sin sabor, sin olor, sin color, pero, lo más
                   importante del mundo. Al igual que ella, en aquel
                   momento.
                            Volvió a mirar las montañas, ya cubiertas de
                   sombras. Vio cómo surgía la primera estrella en el
                   cielo, y recordó que había tenido una buena vida;
                   nació y vivió en un pueblo que amaba, aunque ella
                   no fuera muy popular en el pueblo, pero ¿qué
                   importancia tenía eso? Quien ama esperando una
                   recompensa está perdiendo el tiempo.
                            Había sido bendecida. No había conocido
                   ningún otro país, pero sabía que allí, en Viscos,
                   sucedían las mismas cosas que en todas partes.
                   Había perdido a su amado marido, pero Dios le
                   había concedido la alegría de poder conservarlo a
                   su lado, incluso después de muerto. Vio el apogeo
                   de la aldea, presenció el inicio de su decadencia
                   y se iba antes de verla destruida por completo.
                   Había conocido a los hombres con sus defectos y
                   virtudes, y creía que, a pesar de lo que le estaba
                   pasando, y de las luchas que su marido decía
                   presenciar en el mundo invisible, la bondad humana
                   acabaría por vencer al final.
                            Sintió lástima del sacerdote, el alcalde, la
                   señorita Prym, el extranjero y de cada uno de los
                   habitantes de Viscos: el Mal jamás traería el
                   Bien, por mucho que ellos quisieran creerlo.
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