Page 142 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
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querían ir solos, y las mujeres exigían tomar
parte en el "ritual del sacrificio", que era como
llamaban al crimen que estaban a punto de cometer.
Los maridos decían que era peligroso, que nadie
sabe lo que puede hacer un arma de fuego, las
mujeres insistían en que eran unos egoístas, que
debían respetar sus derechos y que el mundo ya no
era como antes. Al final, los maridos cedieron y
las mujeres lo celebraron.
Ahora, una procesión se dirigía al lugar
elegido, formando una hilera de 281 puntos
luminosos, porque el extranjero llevaba una
antorcha y Berta no llevaba nada, de modo que el
número de habitantes seguía estando representado
con exactitud. Cada uno de los hombres cargaba un
farolillo o una linterna en una mano y una
escopeta de caza en la otra, doblada por la mitad,
de manera que no pudiera dispararse
accidentalmente.
Berta era la única que no necesitaba andar;
dormía plácidamente en una litera improvisada que
dos leñadores cargaban con muchas dificultades.
"Menos mal que no tendremos que cargar este peso
de vuelta -pensaba uno de ellos-. Porque, con la
munición clavada en la carne, pesará el triple."
Calculó que cada cartucho debía de contener,
aproximadamente, seis pequeñas esferas de plomo.
Si todas las escopetas cargadas acertaban el
objetivo, aquel cuerpo recibiría el impacto de 522
perdigones y, al final, habría más metal que
sangre.
El hombre sintió que se le revolvía el
estómago. No debía pensar en nada, sólo en el
lunes siguiente.
Nadie habló durante el trayecto. Nadie se miró
a los ojos, parecía que aquello fuera una pesadilla
que estaban dispuestos a olvidar lo más de prisa
posible. Llegaron resoplando -más por la tensión que
por el cansancio- y formaron un enorme semicírculo de
luces en el claro donde estaba el monumento celta.

