Page 143 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
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En cuanto el alcalde hizo una señal, los
leñadores desataron a Berta de la litera y la
colocaron echada en el monolito.
-Así no puede ser -protestó el herrero,
recordando las películas de guerra, con soldados
arrastrándose por el suelo-. Es muy difícil
acertar a una persona tumbada.
Los leñadores retiraron a Berta y la sentaron
en el suelo, con la espalda apoyada en la piedra.
Parecía la posición ideal, pero, de repente se oyó
una voz llorosa de mujer.
-¡Nos está mirando! -dijo-. Ve lo que estamos
haciendo.
Evidentemente, Berta no veía nada de nada,
pero resultaba insoportable contemplar aquella señora
de aire bondadoso, durmiendo con una sonrisa de
satisfacción pintada en los labios, que en breve
sería destrozada por una enorme cantidad de
esferas de metal.
-¡De espaldas! -ordenó el alcalde, a quien también
incomodaba aquella imagen.
Protestando, los leñadores se acercaron de
nuevo al monolito, dieron al vuelta al cuerpo y lo
dejaron arrodillado en el suelo, con el rostro y
el pecho apoyados en la piedra. Como era imposible
mantenerlo erecto en esa posición, le ataron las
muñecas con una cuerda que pasaron por encima del
monumento y ataron por el otro lado.
Era una posición grotesca: la mujer
arrodillada, de espaldas, con los brazos extendidos
por encima de la piedra, como si estuviera rezando
o implorando algo. Se oyó una nueva protesta, pero
el alcalde dijo que ya era hora de terminar con la
tarea.
Cuanto antes, mejor. Sin discursos ni
justificaciones; todo eso quedaba para el día
siguiente, en el bar, en las conversaciones entre
pastores y campesinos. Con toda certeza, dejarían
de utilizar durante mucho tiempo una de las tres
salidas de Viscos, ya que todos estaban

