Page 44 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
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Estamos en silencio, y eso es una señal. Por primera vez estamos en si-
lencio, aunque sólo ahora me he dado cuenta, cuando él se ha levantado para
buscar otra botella de vino.
Estamos en silencio. Oigo el ruido de sus pasos mientras regresa a la
fuente donde estamos juntos desde hace más de una hora, bebiendo y mirando
la niebla.
Por primera vez estamos en silencio de verdad. No es el silencio incó-
modo del coche, cuando viajábamos de Madrid a Bilbao. No es el silencio de mi
corazón asustado, cuando estábamos en la capilla cerca de San Martín de
Unx.
Es un silencio que habla. Un silencio que me dice que ya no necesita-
mos seguir explicándonos cosas el uno al otro.
Sus pasos han cesado. Me está mirando, y debe de ser bonito lo que ve:
una mujer sentada en el borde de una fuente, en una noche de niebla, a la luz
de un farol.
Las casas medievales, la iglesia del siglo XI y el silencio.

