Page 26 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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de mi disfraz. Felizmente, el amor es ciego, y los amantes no pueden
ver las bellas locuras que cometen ellos mismos; sin eso, el propio
Cupido se ruborizaría de verme así transformada en muchacho.
LORENZO.- Descended, porque es preciso que me sirváis de porta
antorcha.
JESSICA.- ¡Cómo! ¿Voy a tener que alumbrar mi vergüenza? A fe que
mi vergüenza no está ya sino demasiado, demasiado a la luz. Pero,
amor mío, esa es una función propia para hacerme descubrir, y yo
debiera mantenerme en la obscuridad.
LORENZO.- Estáis bastante disimulada, querida mía, con ese donoso
traje de muchacho. Pero venid aprisa, pues la noche cerrada emprende
la fuga y se nos espera en la fiesta de Bassanio.
JESSICA.- Voy a echar el cerrojo a las puertas y a dorarme con
algunos ducados más; luego soy con vos inmediatamente. (Se retira de
la ventana.)
GRACIANO.- Por mi capucha, es una gentil y no una judía.
LORENZO.- Maldito sea si no la amo con todo mi corazón porque es
discreta, si la juzgo bien; es hermosa, si mis ojos no me engañan;
es sincera, como lo ha probado hace un momento, y por eso, por
hermosa, discreta y sincera, ocupará siempre de lleno mi alma
constante.
(Entra JESSICA.)
¡Qué! ¿Estás aquí? En marcha, señores, en marcha. Nuestros
compañeros de mascarada nos esperan.
(LORENZO sale con JESSICA y SALARINO.)
(Entra ANTONIO.)
ANTONIO.- ¿Quién va?
GRACIANO.- ¡Signior Antonio!
ANTONIO.- ¡Vaya, vaya, Graciano! ¿Dónde están todos los demás? Son
las nueve; todos nuestros amigos nos esperan. No habrá mascarada
esta noche; el viento es bueno, y Bassanio se va a embarcar
inmediatamente. He enviado más de veinte personas a buscaros.
GRACIANO.- Me alegro de esas noticias; no deseo nada con más placer
que estar bajo las velas y embarcado esta noche. (Salen.)
Escena VII

