Page 29 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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partido con él, pero Lorenzo, estoy seguro de ello, no iba en su
                             nave.
                             SALARINO.-  Ese bribón de judío ha despertado al dux con sus gritos
                             y le ha hecho venir con él a registrar la embarcación de Bassanio.
                             SALANIO.-  Ha venido demasiado tarde. El bajel se había dado a la
                             vela, pero sobre el puente se ha oído decir al dux que Lorenzo y su
                             enamorada Jessica habían sido vistos juntos en una góndola. Además,
                             Antonio ha certificado al dux que ellos no estaban en el bajel de
                             Bassanio.
                             SALARINO.-  No he oído jamás quejas tan desprovistas de razón, tan
                             estrambóticas, tan terribles, tan variables como las que ese perro
                             de judío ha hecho resonar por las calles: «¡Mi hija! ¡Mis ducados!
                             ¡Oh, mi hija huida con un cristiano! ¡Oh mis ducados cristianos!
                             ¡Justicia! ¡La ley! ¡Mis ducados y mi hija! ¡Un saco, dos sacos
                             llenos de ducados, de dobles ducados, que se ha llevado consigo mi
                             hija! ¡Y joyas! ¡Dos piedras, dos ricas y preciosas piedras robadas
                             por mi hija! ¡Justicia! ¡Que se encuentre a mi hija! ¡Lleva encima
                             las piedras y los ducados!»
                             SALANIO.-  A fe que todos los chicos de Venecia le siguen gritando:
                             «¡Sus piedras, su hija, sus ducados!»
                             SALARINO.-  Que el bueno de Antonio ponga mucho cuidado en ser
                             exacto el día dicho, o será él quien pague por esta aventura.
                             SALANIO.-  ¡Pardiez!, me recordáis a este propósito que ayer,
                             hablando con un francés, me dijo que en los mares estrechos que
                             separan Francia de Inglaterra, un barco de nuestro país, con rico
                             cargamento, había naufragado; pensé en Antonio cuando me lo dijo, y
                             en silencio anhelé que ese buque no fuera suyo.
                             SALARINO.-  Haríais bien en informar a Antonio de lo que habéis
                             oído; sin embargo, no lo hagáis precipitadamente, porque eso podría
                             entristecerle.
                             SALANIO.-  No pisa la tierra caballero más bondadoso. Los he visto
                             separarse a Bassanio y a él. Bassanio le decía que apresuraría su
                             regreso. Él ha respondido: «No hagáis tal, no estropeéis vuestro
                             negocio por un exceso de precipitación a causa mía, Bassanio, sino
                             tomaos todo el tiempo necesario para que pueda madurar. En cuanto al
                             pagaré que puse en manos del judío, no inquietéis por ello a vuestro
                             enamorado espíritu; estad alegre y emplead vuestros mejores
                             pensamientos en hacer vuestra corte y en desplegar todas las bellas
                             pruebas de amor que os sea conveniente mostrar». Y entonces, con los
                             ojos llenos de lágrimas, volviendo la cara, le ha tendido la mano
                             por detrás y, con una ternura singularmente expresiva, ha oprimido
                             la de Bassanio; luego se han separado.
                             SALARINO.-  Creo verdaderamente que no vive en este mundo más que
                             para Bassanio. Partamos, te lo ruego; tratemos de encontrarle y de
                             sacudir esa melancolía que se ha apoderado de él por una causa o por
                             otra.
                             SALANIO.-  Sí, hagámoslo. (Salen.)
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