Page 34 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y
                             enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un
                             cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no
                             nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis,
                             ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos
                             pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano,
                             ¿cuál será la humildad de este? La venganza. Si un cristiano ultraja
                             a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si
                             quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía
                             que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no
                             sobrepase la instrucción que me habéis dado.


                             (Entra un CRIADO.)

                             CRIADO.-  Señores, mi amo Antonio está en su casa y desea hablaros.
                             SALARINO.-  Le hemos buscado por todos sitios.
                             SALANIO.-  He ahí llegar otro de la tribu. No se encontraría un
                             tercero de la misma especie, a no ser que el diablo mismo se hiciese
                             judío.


                             (Salen SALANIO, SALARINO y el CRIADO.)



                             (Entra TUBAL.)

                             SHYLOCK.-  ¡Hola, Tubal! ¿Qué noticias hay de Génova? ¿Has hallado a
                             mi hija?
                             TUBAL.-  He parado en más de un lugar donde se hablaba de ella, pero
                             no he podido encontrarla.
                             SHYLOCK.-  ¡Oh, ay, ay, ay! ¡Un diamante perdido que me había
                             costado dos mil ducados en Francfort! La maldición no había nunca
                             caído sobre nuestro pueblo hasta la fecha; yo no la había sentido
                             jamás hasta hoy. ¡Dos mil ducados perdidos con ese diamante, y otras
                             preciadas, muy preciadas alhajas! Quisiera que mi hija estuviera
                             muerta a mis plantas, con las joyas en sus orejas; quisiera que
                             estuviese enterrada a mis pies con los ducados en su féretro.
                             ¿Ninguna noticia de los fugitivos? No, ninguna. Y no sé cuánto
                             dinero gastado en pesquisas. ¡Ah! ¿Ves tú? ¡Pérdida sobre pérdida!
                             ¡El ladrón ha partido con tanto, y ha sido necesario dar tanto para
                             encontrar al ladrón, y ninguna satisfacción, ninguna venganza,
                             ninguna mala suerte para otras espaldas que las mías, ningunos otros
                             suspiros que los que yo lanzo, ningunas otras lágrimas que las que
                             yo vierto!
                             TUBAL.-  ¡Sí, otros hombres tienen también su mala suerte! Antonio,
                             por lo que he sabido en Génova...
                             SHYLOCK.-  ¿Qué, qué, qué? ¿Una desgracia? ¿Una desgracia?
                             TUBAL.-  Ha perdido un galeón que venía de Trípoli.
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