Page 36 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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eso ocurre, me haréis deplorar el no haber cometido el pecado de
perjura. Malditos sean vuestros ojos. Me han embrujado y partido en
dos mitades. La una es vuestra; la otra es a medias vuestra; mía,
quiero decir; pero si es mía es vuestra, y de ese modo soy toda de
vos. ¡Oh, época malvada, que pone barreras entre los poseedores y
sus derechos legítimos! Así, aunque de vos, no soy vuestra. Si las
cosas se ponen mal, que sea la fortuna la que pague los vidrios
rotos, y no yo. Hablo demasiado, pero es por ganar tiempo, por
estirarle, por alargarle, con el fin de haceros aplazar vuestra
elección.
BASSANIO.- Dejadme elegir, pues en mi situación presente estoy en
el potro del tormento.
PORCIA.- ¿En el tormento, Bassanio? Entonces declarad qué especie
de traición está mezclada a vuestro amor.
BASSANIO.- Ninguna, si no es esa horrenda traición de la inquietud,
que me hace temer por la posesión de mi amor. Igual podría existir
pacto y amistad entre la nieve y el fuego, que entre la traición y
mi amor.
PORCIA.- Sí, pero habláis sobre el potro, que hace decir a las
víctimas todo lo que se quiere.
BASSANIO.- Prometedme la vida y confesaré la verdad.
PORCIA.- Pues bien, entonces confesad y vivid.
BASSANIO.- Confesar que os amo y amaros habría sido el verdadero
resumen de mi confesión. ¡Oh, feliz tormento, puesto que mi
atormentador me enseña las respuestas de liberación! Pero conducidme
a los cofrecitos y hacia mi fortuna.
(Se descorre la cortina y aparecen los cofrecitos.)
PORCIA.- Pues bien, sea entonces. Uno de estos cofrecitos contiene
mi retrato; si me amáis, me descubriréis seguidamente. Nerissa, y
vosotros todos, manteneos a distancia. Que la música toque mientras
elige, de manera que, si pierde, haga un final de cisne, y
desaparezca durante la melodía. Y, con el objeto de que la
comparación sea aún más justa, mis ojos serán las corrientes de agua
que le servirán de húmedo lecho mortuorio. Puede ganar, y entonces,
¿qué será la música? Pues bien, entonces la música ocupará el lugar
de esas bandas que acompañan las reverencias de los fieles súbditos
ante un rey nuevamente coronado, o será como esos armoniosos sones
que al amanecer se deslizan en los oídos del novio dormido para
llamarle al matrimonio. Ahora se adelanta con tanta soberbia, pero
con más amor que el joven Alcides, cuando rescató a Troya doliente
del tributo de las vírgenes, pagado al monstruo marino. Soy la
víctima destinada al sacrificio, y las otras aquí presentes son las
mujeres dárdanas, que con el terror en el semblante vienen a
contemplar el resultado de la empresa. ¡Marcha, Hércules! Si vives,
viviré. Contemplo este combate con mucho más espanto que tú, que
sostienes la lucha.

