Page 39 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
P. 39
PORCIA.- Vedme aquí, señor Bassanio, tal como soy. Por lo que a mí
se refiere, no alimentaré ningún ambicioso deseo de ser mejor de lo
que soy; pero por vos quisiera triplicarme veinte veces; quisiera
ser mil veces más bella, mil veces más rica; y, en fin, solamente
por elevarme más de lo que vos me estimáis, quisiera en riquezas, en
virtudes, en hermosuras, en amigos, exceder todo cálculo. Pero la
suma total de mi persona equivale a cero; es decir, para expresarme
con brevedad, equivale a una joven sin instrucción, sin saber, sin
experiencia, dichosa ante todo de no ser aún tan vieja que no pueda
aún aprender; más feliz, porque no es tan falta de talento que no
pueda aprender, y dichosa por encima de todo de poder confiar mi
espíritu dócil a los cuidados del vuestro, para que lo dirija como
su dueño, su gobernador y su rey. Mi persona y lo que me pertenece
os son transferidos y se convierten en vuestros; no hace más que un
instante yo era la soberana de este espléndido castillo, el ama de
mis criados, la dueña de mí misma. Y ahora, ahora este castillo,
estos criados, esta persona que soy, son vuestros, señor. Os los doy
con este anillo. Si alguna vez os separáis de él, lo perdéis o lo
dais, que sea presagio de la ruina de vuestro amor, y para mí la
legítima ocasión de quejarme de vos.
BASSANIO.- Señora, me habéis privado de todo poder de expresión; mi
sangre solamente os responde en mis venas, y hay en mis facultades
una confusión parecida a la que se manifiesta después de un discurso
elocuente pronunciado por un príncipe popular entre la multitud
henchida de satisfacción, cuando de esos murmullos de conjunto sale
aquel ruido indistinto en que no hay nada más que una alegría
demostrada y no demostrada a la vez. Pero cuando esta sortija se
separe de mi dedo será que la vida me abandona. ¡Oh, entonces
podréis decir decididamente: Bassanio ha muerto!
NERISSA.- Señor y señora; ahora nos corresponde a nosotros, que
hemos sido espectadores y hemos visto cumplirse nuestros anhelos,
gritar: ¡Felicidad completa; felicidad completa, señor y señora!
GRACIANO.- Señor Bassanio, y vos, noble dama: os deseo toda la
dicha que podéis anhelar, pues estoy seguro que vuestras
aspiraciones no pueden estar en contra mía; así, cuando vuestras
señorías solemnicen el contrato de su enlace, os pido que me
permitáis casarme al mismo tiempo.
BASSANIO.- Con todo mi corazón, si logras encontrar mujer.
GRACIANO.- Doy gracias a vuestra señoría; me habéis hallado una.
Mis ojos, señor, pueden tener miradas tan vivas como los vuestros.
Vos contempláis al ama; yo contemplo a la doncella. Vos amáis; yo
amo también, pues la pasividad no me va más a mí que a vos, señor.
Vuestra fortuna dependía de esos cofrecitos, y las circunstancias
hacían que la mía también dependiese de ellos; pues después de haber
estado cortejando aquí hasta sudar a mares y haber prestado
juramento de amor hasta secarme el paladar, tengo, al fin -si una
promesa es un fin-, promesa de esta bella aquí presente de conseguir
su amor si vuestra fortuna, os hacía conquistar a su ama.
PORCIA.- ¿Es verdad, Nerissa?

