Page 40 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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NERISSA.- Sí, señora, si es de vuestro gusto.
BASSANIO.- Y vos, Graciano, ¿vais de buena fe?
GRACIANO.- Sí, señor; de buena fe.
BASSANIO.- Nuestras bodas serán muy realzadas con las vuestras.
GRACIANO.- Apostamos contra ellas mil ducados a quien tenga el
primer hijo.
NERISSA.- ¡Cómo! ¿Y apostáis flojo?
GRACIANO.- No, en este juego no se gana nunca si se apuesta flojo.
Pero ¿quién viene aquí? Lorenzo y su bella pagana. ¡Vaya, y también
mi viejo amigo de Venecia, Salanio!
(Entran LORENZO, JESSICA y SALANIO.)
BASSANIO.- Lorenzo y Salanio, sed aquí bien venidos, si es que mis
títulos en estos lugares no son aún demasiado nuevos para permitirme
desearos la bienvenida. Con vuestro permiso, dulce Porcia, deseo la
bien venida a mis amigos y a mis compatriotas.
PORCIA.- Hago lo mismo, señor; sean completamente bien venidos.
LORENZO.- Doy las gracias a vuestra señoría. Por mi parte, señor,
mi intención no era visitaros aquí; pero Salanio, a quien he
encontrado en el camino, me ha comprometido de tal manera, que no he
podido rehusar.
SALANIO.- Es cierto, señor, y tenía mis razones para ello. El
signor Antonio os saluda. (Da una carta a BASSANIO.)
BASSANIO.- Antes de abrir esta carta, decidme, os lo ruego, cómo le
va a mi excelente amigo.
SALANIO.- No está enfermo, a menos que no esté enfermo del alma, y
no está muy saludable tampoco, a menos que esté saludable del
espíritu. Su carta, que aquí está, os dirá cómo se encuentra.
(BASSANIO lee la carta.)
GRACIANO.- Nerissa, dispensad buena acogida a esa extranjera y
dadla la bienvenida. La mano, Salanio. ¿Qué noticias hay de Venecia?
¿Cómo se encuentra ese mercader real, ese buen Antonio? Sé que
estará contento de nuestra suerte. Somos los jasones; hemos
conquistado el vellocino.
SALANIO.- Quisiera que hubieseis conquistado el toisón que él ha
perdido.
PORCIA.- Esta carta contiene algunas malas noticias que hacen
perder sus colores a las mejillas de Bassanio. Algún querido amigo
muerto, sin duda, pues ninguna otra cosa en el mundo podría
trastornar hasta ese punto la fisonomía de un hombre de firme
carácter. ¡Cómo! ¡De mal en peor! Con vuestro permiso, Bassanio, soy
vuestra mitad, y debo generosamente compartir el efecto de las
noticias que os traiga esa carta.
BASSANIO.- ¡Oh, dulce Porcia! Esta carta contiene unas cuantas
palabras de lo más desagradable que mancharon papel alguno jamás.

