Page 41 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
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Encantadora dama, cuando por primera vez os confesé mi amor, os dije
francamente que toda mi riqueza corría por mis venas, que consistía
en mi calidad de caballero, y entonces os dije la verdad. Y, sin
embargo, querida señora, al valorarme en nada, veréis cuán
jactancioso he sido. Cuando os dije que mi fortuna equivalía a cero,
debí deciros que estaba por debajo de cero, porque verdaderamente me
he empeñado con un amigo muy querido, y he hecho que se empeñe mi
amigo con su enemigo más mortal para subvenir a mis gastos. He aquí
una carta, señora, cuyo papel es como el cuerpo de mi amigo, y cada
una de sus palabras, como una herida abierta que deja escapar la
vida con la sangre. Pero ¿es verdad, Salanio? ¿Todas sus
expediciones han fracasado? ¿Ni una sola ha con seguido triunfar?
¡Cómo! ¿A la vez las de Trípoli, de Méjico, de Inglaterra, de
Lisboa, de los Estados berberiscos, de la India? ¿Ni un solo bajel
ha escapado al choque terrible de las rocas, ruina de los
mercaderes?
SALANIO.- Ni uno solo, señor. Además, dijérase que aun cuando
tuviera el dinero para reembolsar al judío, este no lo aceptaría.
Jamás he visto una criatura, revestida de forma humana, más ávida y
más anhelante de la pérdida de un hombre. Asedia de día y de noche
al dux, y declara que no existe seguridad en Venecia si se le niega
justicia. Veinte mercaderes, el dux mismo y los magníficos más
notables han tratado de dulcificarle; pero nada puede disuadirle de
su odiosa machaconería: incumplimiento de promesa, justicia, pagaré
firmado.
JESSICA.- Cuando yo estaba con él, le he oído jurar ante Tubal y
Chus, sus compatriotas, que quería mejor la carne de Antonio que
veinte veces la suma que le debía; y sé, señor, que si la ley, la
autoridad y el poder dejan marchar las cosas, lo pasará mal ese
pobre Antonio.
PORCIA.- ¿Es vuestro querido amigo el que se halla en semejante
desgracia?
BASSANIO.- El más querido de mis amigos, el hombre más afectuoso,
el alma más generosa y la más infatigable en rendir servicios; la
persona en quien más que en ninguna otra que alienta en Italia
aparece el antiguo honor romano.
PORCIA.- ¿Qué suma debe al judío?
BASSANIO.- Le debe por mí tres mil ducados.
PORCIA.- ¡Cómo! ¿Nada más? Pagadle con seis mil y romped el pagaré;
doblad esos seis mil y aun triplicad esa última suma antes que
Bassanio deje que pierda un cabello por su culpa un amigo tal como
lo describe. Venid primero conmigo a la iglesia y dadme el título de
esposa y luego id a Venecia inmediatamente a encontraros con vuestro
amigo, porque no os acostaréis jamás al lado de Porcia con el alma
intranquila. Tendréis oro en cantidad suficiente para pagar veinte
veces esa pequeña suma; cuando esté pagada, retornad trayendo ese
amigo verdadero. Mi doncella Nerissa y yo viviremos durante ese
tiempo como vírgenes y viudas. ¡Vamos, salgamos de aquí!, pues es
menester que partáis el mismo día de vuestra boda. Haced buena
acogida a vuestros amigos; mostradles alegre semblante. Puesto que

