Page 43 - 13 EL MERCADER DE VENECIA--WILLIAM SHAKESPEARE
P. 43

SALARINO.-  Estoy seguro de que el dux no otorgará jamás la
                             ejecución de ese contrato.
                             ANTONIO.-  El dux no puede impedir a la ley que siga su curso, a
                             causa de las garantías comerciales que los extranjeros encuentran
                             cerca de nosotros en Venecia; suspender la ley sería atentar contra
                             la justicia del Estado, puesto que el comercio y la riqueza de la
                             ciudad dependen de todas las naciones. Por tanto, marchemos; estos
                             disgustos y estas pérdidas me han aplanado tanto, que apenas si
                             estaré mañana en estado de suministrar una libra de carne a mi cruel
                             acreedor. ¡Vamos, carcelero, marchemos! ¡Dios quiera que Bassanio
                             venga para verme pagar su deuda, y después no tendré ya más
                             preocupaciones. (Salen.)



                             Escena IV




                             Belmont. -Una sala en el castillo de PORCIA.



                             Entran PORCIA, NERISSA, LORENZO, JESSICA y BALTASAR.

                             LORENZO.-  Señora, lo declaro, aunque estéis presente; tenéis de la
                             divina amistad una idea noble y verdadera; y la mostráis
                             valientemente por la manera como aceptáis la ausencia de vuestro
                             esposo. Pero si sabéis a quién hacéis este honor, a qué leal
                             caballero prestáis ayuda, a qué entrañable amigo de vuestro señor
                             esposo, estoy seguro de que os mostraréis más envanecida de vuestra
                             obra que si se tratara de cualquier otro beneficio ordinario.
                             PORCIA.-  No me he arrepentido jamás de haber hecho el bien, y no me
                             arrepentiré hoy; porque entre compañeros que viven en trato familiar
                             y pasan el tiempo juntos, cuyas almas comparten un yugo igual de
                             afecto, debe existir necesariamente una similitud de caracteres, de
                             maneras y de sentimientos; lo que me impulsa a pensar que este
                             Antonio debe de asemejarse forzosamente a mi señor, puesto que es el
                             amigo del alma de mi señor. Si ello es así, ¡cuán pequeño es el
                             premio que he dado para rescatar de la garra de una infernal
                             crueldad esa imagen de mi amor! Pero este lenguaje se acerca
                             excesivamente a la adulación personal; cortemos, pues, por lo sano y
                             hablemos de otra cosa. Lorenzo, entrego en vuestras manos el manejo
                             y la dirección de mi casa hasta el retorno de mi esposo. Por lo que
                             a mí concierne, he dirigido al cielo un voto secreto de vivir
                             dedicada al rezo y a la contemplación, en la sola compañía de
                             Nerissa, hasta la vuelta de mi esposo y señor; hay un monasterio a
                             dos millas de aquí; allí nos retiraremos. Me haréis el favor de no
                             rehusar este encargo, que mi amor y ciertas necesidades me obligan
   38   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48