Page 75 - La Cabeza de la Hidra
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apenas seis meses.
—Gracias.
—De nada, paisa.
Subió al penúltimo piso en el ascensor y caminó hasta la puerta de vidrio opaco con el
rótulo pintado WONDERLAND ENTERPRISES INC. Le llamó la atención el carácter
anticuado de la presentación en un lugar tan moderno, donde las oficinas se anunciaban
discretamente con plaquitas de cobre sobre puertas de madera fina. Entró a una
recepción ultrarefrigerada y amueblada con canapés de cuero claro, palmeras enanas en
macetas de terracota y, presidiéndolo todo desde una mesa en media luna, una rubia
precariamente detenida al filo de los cuarenta pero con carita de gato recién nacido. Leía
un ejemplar de Viva y miró a Félix como si fuese el desplegado central a colores de la
revista.
Más que interrogarlo, lo invitó con la mirada.
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—Hello, bandsome. What's on your mind?
Félix buscó en vano un espejo para confirmar el piropo de la recepcionista.
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—I have something to sell.
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—I like things free —dijo la secretaria con la sonrisa congelada del gato de Cheshire y
Félix vio un buen augurio en la aportación involuntaria de la güera a la comunicación de
signos literarios.
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—Let me see your boss.
La rubia felina hizo una mueca de decepción.
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—Oh. You're really on business, are you? Whom sall I say is calling?
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—The White Knight —sonrió Félix.
La secretaria lo miró con sospecha y automáticamente escondió una mano bajo la mesa,
dejando abierta la revista con un hombre desnudo sentado en un columpio.
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—Bossman busy right now. Take a seat —dijo con frialdad la rubia y cerró
apresuradamente la revista.
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—Tell him l'd like to join the tea party —dijo Félix avanzando hacia la mesa de la
secretaria.
—You get away from me, you dirty Mex, I know your sort, all gliter and no gold. You
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ain't foolin this little girl.
35. Hola, guapo. ¿Qué te preocupa?
36. Vendo algo.
37. Me gustan las cosas gratis.
38. Déjame ver a tu jefe.
39. Oh. Es en serio. ¿A quién anuncio?
40. El Caballero Blanco.
41. El jefe está ocupado en este momento. Tome asiento.
42. Dile que me gustaría tomar el té con ellos.
43. No te me acerques, cochino mexicano, conozco tu clase, puro brillo y nada de oro.
A esta muchachita no le vas a engañar.
Félix cinéfilo aplastó aún más la cara chata de la güera nerviosa con la palma abierta y
ensayó su mejor mueca de James Cagney; le hubiera gustado tener una toronja en la
mano. Apretó el botón oculto bajo la mano pecosa, doblemente delatora de edad e
intención, de la güera más humillada que Mae Clarke y la puerta cubierta de cuero se
entreabrió. La secretaria chilló una obscenidad y Félix entró al despacho aún más
refrigerado que la antesala.
—Bienvenido, señor Maldonado. Lo estábamos esperando. Haga favor de cerrar la

