Page 99 - La Cabeza de la Hidra
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tal suerte que prefiero los alejandrinos al verso blanco.
                  —Se equivoca de pájaros —dijo Félix escupiendo, entrenando su lengua para que
                  volviera a reunirse correctamente con los dientes y los labios, Shakespeare compara a
                  Timón con el vuelo del águila, directo y audaz.
                  —No se me vuelva demasiado elocuente —rió el Director General—. Simplemente
                  deseo indicar que si Timón es poderoso y paga bien, nosotros somos más poderosos y
                  pagamos mejor. Y admito tranquilamente, ¿sí?, que su patrón nos ganó el anillo. Pero su
                  pérdida es un factor secundario. Este pequeño drama, ¿ve usted?, tiene dos actos. Acto
                  primero: Félix Maldonado frustra involuntariamente nuestra misión. Acto segundo:
                  Diego Velázquez, también involuntariamente, nos conduce a la madriguera de un
                  servicio de espionaje que pese a nuestros esfuerzos no podíamos ubicar ni conectar con
                  ninguna dependencia oficial del gobierno mexicano. De tal suerte que todos los
                  pecados, los suyos y los míos, nos serán perdonados porque al cabo, gracias a usted,
                  obtuvimos algo mejor que el anillo: el hilo que nos permitió llegar hasta Timón de
                  Atenas.
                  —Tienen ustedes buenos escuchas telefónicos, pero nada más —dijo Félix con un rostro
                  fatalmente impasible. Cualquiera puede grabar una conversación telefónica y jugar con
                  los nombres propios.
                  —¿Quiere una prueba de mi buena fe, amigo Velázquez?
                  —Deje de llamarme así, carajo.
                  —Ah, es que ése es un nombre propio con el cual no me atrevo a jugar. Exíjame una
                  prueba de confianza y se la daré con gusto.
                  —¿Quién está enterrado con mi nombre?
                  —Félix Maldonado.
                  —¿Cómo murió?
                  —Eso ya se lo dije en la clínica. ¿Por qué insiste en quedarse en el primer acto? Pase al
                  segundo. Es mucho más interesante, se lo aseguro. Sea más audaz, mi amigo.
                  —¿Por qué murió?
                  —Hombre, también eso se lo conté. Atentó contra la vida del señor Presidente.
                  —No salió una palabra en los periódicos.
                  —Nuestra prensa es lo más controlable del mundo.
                  —No sea idiota. Había demasiada gente.
                  —Cuidado con las palabras feas. Bastante fea está su boca. Puede verse menos bonita
                  aún, se lo aseguro, ¿cómo?
                  —¿Qué pasó realmente esa mañana en Palacio?
                  —Nada. Félix Maldonado sufrió un desmayo imprevisto cuando se le acercó el señor
                  Presidente. Fue motivo de bromas para todos, menos para el señor Presidente.
                  —¿Cuál era el plan de ustedes?
                  —El que le dije a Maldonado en mi despacho, ¿sí? Préstenos su nombre. Sólo queremos
                  su nombre. Necesitamos un crimen y un crimen necesita el nombre de un hombre. Usted
                  se interpuso con su desmayo imbécil. No hubo crimen, aunque sí criminal.
                  —Es decir, ustedes pretendían realmente matar al Presidente y colgarme el muertito.
                  —Permita que no conteste a esa pregunta inconsecuente, ¿cómo?
                  —Me pidió preguntas difíciles. Se las estoy haciendo.
                  —Muy bien, pero no me negará la elegancia de una elipsis, ¿sí? Le mostré al señor
                  Presidente la .44 que Maldonado traía en el bolsillo. Es una automática efectiva, fácil de
                  esconder.
                  —Que le fue puesta a Maldonado en el  bolsillo por Rossetti cuando Maldonado se
                  desmayó y ustedes lo sacaron cargado del Salón e hicieron aparecer la pistola por arte
                  de magia —dijo Félix rogando que sus palabras fuesen a la vez imprevistas y certeras
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