Page 130 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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su ex marido, creo. Ella también se apellida Deveraux. He


          olvidado su nombre.


            –¡Oh! Bien, entonces ya tenemos a alguien a quien avisar.


          ¿Pero que hay de esos cheques? ¿Ese hombre es solvente o



          no?


            –¿Con mil cuatrocientos dólares?


            –¿Y de qué valen? No están endosados para el cobro, y en


          estos momentos Deveraux no se encuentra en estado de


          poner la firma en ningún documento.


            –Hum –dijo el doctor, pensativo–. Ya veo lo que quiere


          decir. Bien, como dije antes, creo que, en su caso, la catato‐


          nia no es más que una fase temporal. Pero si le declaran


          loco, ¿será válida su firma a efectos legales?



            –No sé que decirle, doc. De todos modos, ¿por qué tene‐


          mos que preocuparnos por eso, al menos hasta que haya‐


          mos hablado con esa señora, su ex esposa? Ella sabrá lo que


          quiera hacer. Quizá acepte hacerse cargo del paciente..., y


          entonces ya no tendremos que preocuparnos por nada.


            –Me parece una buena idea. Creo recordar que hay un te‐


          léfono en el vestíbulo. Quédese aquí, Pete, y no le pierda



          de vista...; puede recobrar la conciencia en cualquier mo‐


          mento.


            El doctor salió al vestíbulo y regresó cinco minutos des‐


          pués.


            –Bien, ya está resuelto –dijo–. Ella se hace cargo de todo.


          Un sanatorio particular..., por su cuenta si hay alguna difi‐


          cultad  con  esos  cheques.  Ahora  vendrá  una  ambulancia








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