Page 25 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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ella le envió tres cartas. Eran las únicas que tenía de ella.


            Las había guardado amorosamente y las había traído pen‐


            sando en volverlas a leer si llegaba a sentirse demasiado


            solo.



               –Argeth,  cuántas  bobadas  –dijo  el  marciano–.  Y  qué


            forma más estúpida tenéis de escribir vuestro lenguaje. Me


            costó un minuto entero descifrar vuestro alfabeto y relacio‐


            nar  los  sonidos  con  las  letras.  Figúrate  un  lenguaje  que


            tiene el mismo sonido escrito de tres modos distintos, como


            en hierba, yerba o hierva.


               –Maldito bicho. No tenías por qué leer mis cartas.


               –Tsk, tsk –dijo el marciano–. Yo hago lo que quiero, y tú


            no me habrías hablado de tu vida amorosa, de tu queridita,



            tu corazoncito y del encanto de la vida.


               –¡Entonces es que de verdad las has leído, maldita ve‐


            rruga verde! Te daría...


               –¿Qué? –preguntó el marciano, con desdén.


               –Te daría un puntapié que te devolvería a Marte, eso es.


               El marciano relinchó de risa.


               –Ahorra el aliento, Mack, para hacerle el amor a Rosalind.



            Apuesto a que crees que ella sentía todas las bobadas que


            puso en esas cartas. Apuesto a que crees que está loca por


            ti.


               –Está loca... maldición, quiero decir...


               –No te excites, Mack. Su dirección está en el sobre. Voy a


            kwimmar allí ahora mismo y enterarme de eso. Sujétate el


            sombrero.


               –¡Tú te quedas...!




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