Page 27 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–¿Harry  Sunderman?  –preguntó–.  ¿Delgado,  bien  ves‐


            tido, con una chaqueta deportiva...?


               –No, ese Harry no es el que yo digo, Mack. No sé si suele


            llevar una chaqueta deportiva. El Harry de que hablo no



            llevaba más que un reloj de pulsera.


               Luke Deveraux rugió y se puso en pie, lanzándose sobre


            el marciano. Con las manos extendidas buscó el verdoso


            cuello. Ambas manos pasaron a través del cuello y se estre‐


            charon mutuamente.


               El hombrecillo verde le dirigió una mueca y sacó la len‐


            gua. Luego le dijo:


               –¿Quieres saber lo que hacían, Mack, tu Rosalind y su Ha‐


            rry?



               Luke no contestó. Se tambaleó en busca de su vaso y lo


            vacío de un trago.


               Aquello era lo último que recordaba cuando se despertó


            a la mañana siguiente. Estaba tendido en la cama; al menos


            pudo llegar hasta allí. Pero estaba encima de las mantas, y


            completamente  vestido,  incluso  con  los  zapatos  puestos.


            Tenía un espléndido dolor de cabeza y un sabor infernal en



            la boca. Se sentó en la cama y miró alrededor con cierto te‐


            mor. No se veía a ningún hombrecillo verde.


               Llegó  hasta  la  pieza  contigua  y  la  examinó.  Luego  se


            acercó a la cocina, preguntándose si el café valdría el tra‐


            bajo de hacerlo.


               Decidió que no valía la pena, ya que podía tomarlo en


            uno de los paradores de la carretera, cuando volviera a la








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