Page 35 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–¿Qué demonios te pasa ahora, Jane? –quiso saber.


               El director de la obra era un hombre valiente y decidido.


            Veinte años atrás había sido teniente de infantería de ma‐


            rina, y había procedido –no seguido– a sus hombres en los



            asaltos a Tarawa y Kwajalein; había merecido dos medallas


            al valor, en un tiempo en el que mostrarse valeroso dentro


            de  los  límites  del  deber  era  prácticamente  un  suicidio.


            Desde entonces había adquirido veinte kilos más y una ca‐


            sita en los suburbios, pero seguía siendo un valiente.


               Lo demostró ahora echando a correr hacia el plató para


            agarrar al intruso y sacarlo de allí.


               Trató  de  agarrarlo,  pero  sin  resultado.  El  hombrecillo


            verde lanzó un agudo maullido, se puso de pie sobre la ba‐



            laustrada y, mientras las manos del realizador trataban en


            vano de cerrarse sobre las piernas del hombrecillo, se vol‐


            vió ligeramente para enfrentarse con la cámara y levantó la


            mano derecha, llevándose el pulgar a la nariz y agitando


            los demás dedos.


               En aquel momento, el técnico que estaba en la sala de con‐


            trol recobró la serenidad lo bastante para interrumpir el



            programa; después de aquello, nadie que no estuviera en


            el estudio supo lo que ocurrió.


               A pesar de todo, sólo una fracción del medio millón de


            personas que vieron empezar el programa se entretuvieron


            en seguirlo hasta el momento en que fue interrumpido. Te‐


            nían marcianos propios para mantenerse ocupados, y en


            sus mismos hogares.







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