Page 38 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Se dirigió rápidamente a la puerta y la abrió, mirando a


          izquierda y derecha del corredor. Pero quienquiera que es‐


          tuviera corriendo ya había desaparecido por el recodo del


          pasillo.



            El botones dijo por encima del hombro:


            –Lo siento, señor. No sé lo que ocurre, pero ocurre algo.


          Será mejor que vuelva abajo, y les sugiero que cierren la


          puerta. Buenas noches y muchas gracias.


            Cerró la puerta a sus espaldas. Bill se acercó y dio vuelta


          a la llave, luego se volvió hacia su flamante esposa.


            –Probablemente no pasa nada, querida. Olvidémoslo.


            Dio un paso hacia ella y luego se detuvo ante el ruido de


          otra andanada de tiros, esta vez definitivamente proceden‐



          tes de la calle, y más carreras. Su habitación estaba en el


          tercer piso, y una de las ventanas se hallaba ligeramente


          entreabierta; los sonidos eran claros y penetrantes.


            –Un momento, querida –dijo Bill–. Creo que sí que pasa


          algo.


            Se acercó a la ventana, la abrió por completo y se asomó


          al exterior. Dorothy se reunió con él. Al principio no vieron



          sino  la  calle  vacía,  a  excepción  de  los  coches  aparcados.


          Luego,  de  la  entrada  de  un  edificio  cercano  salieron  co‐


          rriendo un hombre y un niño. ¿O quizá no era un niño?


          Incluso a aquella distancia y a la escasa luz, parecía ser un


          niño extraño. El hombre se detuvo y lanzó una patada al


          niño, si es que era un niño. Desde donde estaban les pare‐


          ció como si el pie del hombre hubiera pasado a través del


          niño.




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