Page 39 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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El hombre se cayó al suelo, una hermosa caída que hu‐
biera parecido graciosa en cualquier otro momento. Luego
se levantó y empezó a correr de nuevo, con el niño co‐
rriendo a su lado. Uno de ellos hablaba, pero no pudieron
distinguir las palabras, ni decir cuál de los dos lo hacía; eso
sí, la voz no parecía la de un niño.
Luego las dos figuras doblaron la esquina y desaparecie‐
ron de su vista. Desde otra dirección, muy lejos en la noche,
llegó el sonido de más disparos. Pero no se veía nada.
Se alejaron del balcón y se miraron el uno al otro.
–Bill –dijo Dorothy–, ¿qué puede ser...? ¿No puede haber
estallado una revolución... o algo parecido?
–Demonios, no, no aquí. Pero...
Sus ojos se posaron en una radio adosada a la pared, de
las que funcionan con una moneda, y se dirigió hacia ella,
hurgando en sus bolsillos. Encontró una moneda de vein‐
ticinco centavos, la introdujo en la ranura y apretó el botón.
La muchacha se reunió con él, y ambos se quedaron mi‐
rando a la radio mientras las válvulas se calentaban. Luego
el aparato empezó a zumbar. Bill extendió su mano libre y
dio vueltas al dial hasta que encontró una voz, una voz
muy aguda y excitada.
–...Marcianos, definitivamente marcianos –decía–. Pero
por favor, señores, no se abandonen al pánico. No tengan
miedo, pero tampoco traten de atacarles. No servirá de
nada. Además son inofensivos. No pueden hacer ningún
daño por la misma razón que nosotros no podemos herir‐
les. Nuestras manos pasan a través de ellos como si fueran
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