Page 42 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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–Argeth, qué estúpido eres. Después de lo que has oído


          por radio, aún lo preguntas.


            –Cómo, maldito pequeño...


            Dorothy agarró el brazo Bill cuando éste soltó su mano y



          dio un paso adelante.


            –Bill, contén los nervios. Recuerda lo que dijo la radio.


            Bill Gruder se quedó quieto, pero aún fulminaba al mar‐


          ciano con la mirada.


            –De acuerdo –dijo al marciano–. ¿Qué es lo que quieres?


            –Nada, Mack. ¿Qué voy a querer que tu puedas darme?


            –Entonces lárgate de aquí. No queremos compañía.


            –Oh, ¿quizá recién casados...?


            Dorothy dijo con voz de orgullo:



            –Celebramos la ceremonia esta tarde.


            –Bien –dijo el marciano–. Entonces sí que quiero algo. Ya


          he oído hablar de vuestras desagradables costumbres nup‐


          ciales. Ahora podré contemplarlas.


            Bill Gruder se soltó de las manos de su mujer y se lanzó


          a través de la habitación Sus manos extendidas buscaron –


          y atravesaron– al marciano que estaba en la ventana. Lle‐



          vaba  tal  impulso  que  casi  atravesó  también  la  ventana


          abierta.


            –Qué mal genio –dijo el marciano–. Tsk, tsk.


            Bill volvió junto a Dorothy, le rodeó los hombres, con un


          brazo en un gesto protector y se quedó allí, con los ojos


          echando chispas.


            –Así me condene –dijo–. Allí no hay nada.


            –Eso es lo que piensas, estúpido –replicó el marciano.




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