Page 420 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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El rostro de Lublamai se arrugó. La espalda empezó a

            picarle de forma maníaca ante el mero pensamiento del

            ser  que  había  tras  él.  Se  giró  para  encararlo,  para


            observar  directamente  los  colores  mutantes,  aquel

            vivido despliegue del horror...

                ...y ya no pensó en gritar, sino en observar las marcas


            oscuras girando y bullendo en perfecta simetría sobre

            las alas, como las nubes en el cielo nocturno reflejadas


            en el agua.



                Teparadós  gañó  y  se  giró  para  contemplar  a  la


            criatura  que  ya  comenzaba  a  descender  por  las

            escaleras, con las alas aún desplegadas. Entonces los


            patrones  de  manchas  lo  capturaron  y  se  quedó

            mirándolos, boquiabierto.

                Los  siniestros  diseños  de  las  alas  mutaban


            seductores.

                Lublamai y Teparadós estaban quietos y silenciosos,

            aturdidos,  babeantes  y  temblorosos,  admirando


            aquellos magníficos miembros. La criatura cató el aire.

                Miró un instante al draco y abrió las fauces, pero se

            trataba de un bocado escaso. Giró la cabeza y se encaró


            con Lublamai, con las alas aún abiertas, hechizadoras.

            Gimió hambrienta, con un timbre inaudible que hizo


            que  Sinceridad,  ya  enferma  por  el  terror,  chillara.  El

            tejón se ocultó cuanto pudo a la sombra del constructo




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