Page 422 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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                El ocaso sangró los canales y los ríos convergentes de

            Nueva            Crobuzon,               que         discurrían             espesos           y


            sanguinolentos bajo su luz. Los turnos cambiaron y el

            día  de  labor  terminó.  Comitivas  de  fundidores

            agotados  y  otros  trabajadores  fabriles,  secretarios,


            horneros y descargadores de coque abandonaban las

            factorías y oficinas en dirección a las estaciones. Los


            andenes  estaban  llenos  de  cansadas  y  vociferantes

            discusiones, de cigarrillos y alcohol. Las grúas de vapor

            en  Arboleda  trabajan  de  noche,  arrancando  sus


            exóticas mercancías a los barcos extranjeros. Desde el

            río  y  los  grandes  embarcaderos,  sorprendentes


            estibadores  vodyanoi  insultaban  a  las  dotaciones

            humanas de los muelles. El cielo sobre la ciudad estaba

            manchado  de  nubes.  El  aire  era  cálido  y  su  olor


            alternaba entre lo exuberante y lo hediondo, como si

            los  árboles  frutales  y  los  deshechos  fabriles  se

            coagularan en pastosas corrientes.


                Teparadós salió disparado del almacén en la Vía del

            Remero como una bala de cañón. Perforó el cielo desde

            la ventana rota, dejando atrás un reguero de sangre y


            lágrimas,  lloriqueando  y  moqueando  como  un  bebé,

            volando en una tosca espiral hacia Pincod y el Parque


            Abrogate.

                Los minutos se amontonaron unos detrás de otros, y




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