Page 61 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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remolino de cacao negro—. Y la familia ha accedido a
hablar con nosotros… ¿Qué haces?
Isidore coge un trozo de chocolate de la bandeja de la
fabricadora y se lo mete en la boca, teleparpadeando
tan deprisa como puede, torciendo el gesto ante la
jaqueca de los recuerdos ajenos. Le permiten
reconocer el tenue sabor a frambuesa y el amargor, así
como el extraño terroir del suelo del valle de Nanedi.
Hay algo sospechoso en ello, en esa fragilidad. Se
acerca al cadáver del chocolatero y prueba un poco
del chocolate del tanque al que se aferra. El cual, como
es lógico, sabe exactamente igual.
La forma de la historia del chocolatero emerge
espontáneamente dentro de su cabeza, pincelada a
pincelada, como los macarone de hace un momento.
—Detectar cosas —responde Isidore—. Primero
quiero hablar con la dependiente.
El paseo de regreso a la ciudad conduce a Isidore y al
Caballero a través del parque de la Tortuga.
Ese mero hecho da fe de por sí solo del éxito del
chocolatero. El edificio de ladrillo rojo con un enorme
mural que representa granos de cacao se yergue en
uno de los emplazamientos más codiciados de la
ciudad. El parque, un espacio verde de unos
trescientos metros de diámetro salpicado de colinas
redondeadas, al igual que todas las zonas
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