Page 122 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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bocanadas de humo. La lluvia aplastaba las débiles
humaredas. El monstruo tenía mil metros de altura
y quinientos de ancho, e iba de un lado a otro como
un gigante ciego. A veces durante unos instantes,
no tenía ninguna pata. Y en seguida, en un
segundo, mil látigos le salían del vientre, látigos
azules y blancos que herían la selva.
—La tormenta eléctrica —dijo uno de los
hombres—. Arruinó las brújulas. Y viene para aquí.
—Échense todos —dijo el teniente.
—¡Corran! —gritó Simmons.
—No pierda la cabeza, Simmons. Échense. La
tormenta sólo golpea los lugares elevados. Quizá
salgamos ilesos. Echémonos aquí, lejos del cohete.
Descargará ahí toda su fuerza y pasará sin tocarnos.
¡Cuerpo a tierra!
Los hombres se echaron al suelo.
—¿Viene? —se preguntaron después de un rato.
—Viene.
—¿Está cerca?
—A unos doscientos metros.
—¿Más cerca?
—¡Aquí está!
El monstruo llegó y se detuvo sobre ellos. Diez
relámpagos azules golpearon el cohete. La nave se
estremeció como un gong y dejó escapar un eco
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