Page 123 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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metálico. El monstruo lanzó otros quince
relámpagos que bailaron alrededor del cohete, en
una ridícula pantomima, palpando la selva y el
suelo barroso.
—¡No! ¡No!
Uno de los hombres se puso de pie.
—¡Échese, idiota! —le gritó el teniente.
—¡No!
Los relámpagos golpearon la nave una docena de
veces. El teniente volvió la cabeza sobre el brazo y
vio las enceguecedoras llamaradas azules. Vio
cómo se abrían los árboles y caían en pedazos. Vio
la monstruosa nube oscura que giraba como un
disco negro y arrojaba otro centenar de lanzas
eléctricas.
El hombre que se había puesto de pie corría ahora,
como por una sala de columnas. Corría
zigzagueando entre ellas, hasta que al fin doce de
esas columnas se abatieron sobre él, y se oyó el
sonido de una mosca que se posa sobre un alambre
incandescente. El teniente había oído ese sonido en
su infancia, en una granja. Y en seguida se sintió el
olor de un hombre reducido a cenizas.
El teniente bajó la cabeza.
—No miren —les dijo a los otros.
Tenía miedo de que también ellos echaran a correr.
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