Page 127 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—Para  mí  un  tazón  de  café  —jadeó  Simmons,


           sonriendo—.  Y  una  hornada  de  pan,  ¡dioses!  Y


           luego acostarse y dejar que el sol caiga sobre uno.

           ¡El hombre que inventó la cúpula solar merece una


           medalla!



           Corrieron  con  mayor  rapidez.  El  resplandor


           amarillo se hizo aún más brillante.



           —¡Pensar que tantos hombres enloquecen antes de


           encontrar el remedio! Y sin embargo es tan sencillo.

           —Las palabras de Simmons siguieron el ritmo de


           sus pasos—. ¡Lluvia, lluvia! Hace años. Encontré‚


           un amigo. En la selva. Caminando. Bajo la lluvia.

           Diciendo  una  y  otra  vez:  «No  sé  qué  hacer,  para


           salir, de esta lluvia. No sé qué hacer, para salir, de


           ésta  lluvia.  No  sé  qué  hacer…»  Y  así  seguía.  Sin


           detenerse. Pobre loco.



           —¡Ahórrese fuerzas!



           Los hombres corrieron.


           Todos se reían. Llegaron, riéndose, a la puerta de la


           cúpula solar. Simmons empujó la puerta.



           —¡Eh! —gritó—. ¡Traigan el café y los bizcochos!


           Nadie respondió.



           Los hombres atravesaron el umbral.


           La cúpula estaba desierta y en sombras. Ningún sol


           sintético flotaba, con su silbido de gas, en lo alto del


           cielo raso azul. Ninguna comida estaba esperando.


           En la habitación reinaba el frío, como en una tumba.





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