Page 128 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 128

Y a través de mil agujeros, abiertos recientemente


           en el techo, entraba el agua, y las gotas de lluvia


           empapaban  las  gruesas  alfombras  y  los  pesados

           muebles modernos, y estallaban sobre las mesas de


           vidrio.  La  selva  crecía  en  la  habitación,  como  un


           musgo, en lo alto de las bibliotecas y en los hondos


           divanes. La lluvia se introducía por los agujeros y


           caía sobre los rostros de los tres hombres.


           Pickard empezó a reírse dulcemente.



           —Cállese, Pickard.



           —Oh, dioses, miren lo que estaba esperándonos…


           Nada de sol, nada de comida, nada.



           ¡Los venusinos! ¡Por supuesto! ¡Es obra de ellos!



           Simmons asintió con un movimiento de cabeza. El

           agua le corrió por el pelo plateado y por las cejas


           blancas.



           —Una vez cada tanto los venusinos salen del mar y


           atacan  las  cúpulas.  Saben  que  si  acaban  con  las


           cúpulas acabarán también con nosotros.


           —¿Pero las cúpulas no están protegidas con armas?



           —Por  supuesto.  —Simmons  se  dirigió  hacia  un


           lugar un poco menos mojado que los otros—. Pero


           desde el último ataque han pasado cinco años. Se

           descuidaron  las  defensas.  Sorprendieron  a  estos


           hombres.



           —¿Pero dónde están los cadáveres?








                                                                                                          127
   123   124   125   126   127   128   129   130   131   132   133