Page 134 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¡Pickard!
Pickard no contestó. Se quedó allí, sin moverse,
mientras las pompas de la lluvia se rompían sobre
su pelo descolorido, y los collares y las pulseras del
agua se le desprendían del cuello y las muñecas.
—¡Pickard! Nos vamos. Síganos.
La lluvia resbalaba por las orejas de Pickard.
—¿Me oye, Pickard?
Como si estuviese gritando dentro de un pozo.
—¡Pickard!
—Déjelo —murmuró Simmons.
—No podemos seguir sin él.
—¿Y qué vamos a hacer? ¿Llevarlo a la rastra? —
exclamó Simmons—. Será totalmente inútil. Tanto
para él como para nosotros. ¿Sabe qué hará? Se
quedará ahí hasta ahogarse.
—¿Qué?
—Debía saberlo. ¿No conoce la historia? Se quedará
ahí, con la cabeza levantada, y dejará que el agua le
entre por la nariz y la boca. Respirará agua.
—No.
—Así lo encontraron al general Mendt. Sentado en
una roca, con la cabeza echada hacia atrás,
respirando lluvia. Tenía los pulmones llenos de
agua.
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